martes, 28 de agosto de 2012

EL PUEBLO QUE NUNCA MUERE


 "CUANDO TE QUEDES DORMIDO EL MIEDO TE COMENZARÀ A INVADIR"




Soledad se sentía tan abrumada por lo que ocurría que no podía hacer nada, su esencia era como el aire que acariciaba las hojas de los árboles. Soledad vio que la muerte hacia presencia ante los cuerpos de las víctimas del trueno, la muerte, extendió la mano y sujeto de la camisa al hombre, Soledad se sorprendió ver el alma del tipo que se desprendía con el jalón que estaba haciéndole, y el alma se incorporaba; el sujeto asustado, volteaba a ver sin comprender que sucedía;  solo veía brumas en el lugar, la muerte hacia presencia tras de él, Soledad observaba la escena, en ese mismo momento escuchó la voz  en el oído derecho que le decía –Esconde atrás del árbol y se discreta que lo que vas a ver no va ser bueno. Soledad presentía algo, el temor se apoderó de su corazón, porque sabía que algo más iba ocurrir, ella relacionó un ruido como grandes pisadas, de pronto escuchó una voz que tenía mucha maldad, una voz enojada, lo más que podía asimilar el tono de voz, era como de un hombre gordo, alto, cara enojada voz ronca y tono testarudo, como de alguien que la vida lo ha tratado mal. En ese momento recordó una parte de su niñez cuando un tipo de mucho dinero, le arrojó monedas a los pies, obligándola a ir a comprar cosas, cuando ella no era  sirvienta ni criada de la casa donde visitaba, recordaba el rostro de aquel tipo que la trató peor que su servidumbre, su voz tosca le hacía tener miedo. Soledad trataba de olvidar tal hecho del pasado, pero la voz le daba tanta curiosidad que ella misma quería ver quién era la persona que estaba en ese terreno.
-¡Vengo por estos dos! –¡vendrás por él, por el momento! –Contestó la muerte enérgicamente -¡Sabes muy bien, que ambos han cometido errores muy fuertes en sus vidas! –este insolente hombre por su avaricia y por procurar muerte a su esposa y ella por bruja. Sabes muy bien que las brujas son las primeras que entran en mi reino – de pronto el hombre comenzó a gritar despernadamente porque pudo entender que sucedía, de tras de él; erguida con su gran manto la señora de las sombras, frente de él; su dueño. El hombre tenía sus pies inmóviles y el miedo lo embargaba. –¡perdón, no fue mi intención!, -de que te sirve pedir perdón, ahora no sirve de nada, tu espíritu ahora es mío, has violado las leyes de aquel que protege a los vivos, nada podrá hacer ya él, tengo a miles implorando en las cavernas y en los fosos más profundos del mundo, otros consumiéndose en las llamas como si fueran el combustible de mi gran hoguera, así como la madera se quema, así eternamente muchos dan ese calor a mi reino, ese reino de sombras que muchos no les preocupa en vida, son tan indulgentes,  tan necios que como no ven “castigo divido” ante sus depravaciones, dejan pasar las buenas obras para consagrar su vida a las cosas fáciles y que oscurecen al alma –el hombre solo gritaba desesperadamente –Soledad escuchaba aquel lamento como un tormento, y su corazón no sabía qué hacer, pensaba en el niño, pensaba en la mujer -¿habrá muerto? – el hombre sentía su cuerpo hundirse en un fango, la tierra se había emblandecido para tragar su alma –¿y la mujer porque no le sacas el espíritu? -¡no puedo! Ella aun está viva, -¿por qué? –¡observa su mano! –una mano de dedos largos y uñas como garras negras, se estiraron para tomar la muñeca de la mujer y vio la mano,  la línea de la vida y la cortada que tenia había roto la piel un poco antes de que esta terminara, el símbolo era claro, la mujer imploró no sólo a la muerte sino también a Dios, la oscuridad comprendió que ella había sido ayudada por alguien con más poder -el diablo se inclinó y puso su aspecto desfigurado frente al rostro de la mujer –vendré por ti cuando sea momento y te haré pasar todo un tormento aun en vida, por esta traición; tú no debiste implorar en vida, ¡no!, solo por eso te dejaré sufrir para que implores nuevamente la presencia de la muerte, y tú –dirigiéndose al ente con la túnica oscura- no le concederás nunca más tu presencia –la mujer comenzó a toser tratando de jalar aire para volver a respirar- ¡y tú! No tendrás eso que tanto quieres, Dios respondió mi suplica para defender lo que más amo y sé que por la parte que tu deseas dañarme, “pax hominibus interra et gloria in excelsis Deo” recitó la mujer, haciendo referencia al canto ortodoxo, invocando a Dios, se escucho como un fuerte quejido que venía de aquel ser que al momento de recitarlo lo arrojó lejos del lugar donde estaba ella aun con vida. -¡recuerda! Tenemos un trato- dirigió la muerte sus palabras en cuanto se evaporaba por la oración.
La mujer con grandes esfuerzos se pudo incorporar y sentía que su cuerpo no tenía fuerzas, era como si habitara dentro de un guante, un guante que no era de su medida, como aquel que se pone una prenda que no es de su talla y le queda demasiado holgado, se arrodilló y pidió disculpas, e imploró a Dios, pidiendo perdón, agradecía que le diera aquel momento para salvar la vida de su  hijo. Arrastrando los pies logró caminar hasta el árbol tomó su bebé y caminó hasta el camino de tierra que atravesaba el llano, con pocas fuerzas iba diciendo –te deseo un padre ejemplar, aquel que no te pude dar, te deseo una casa donde te den amor y te sepan cuidar, te deseo seas hombre de bien y que ayudes a tu prójimo, que no desees lo de otros y que te llenes de alegrías, que tengas una madre que te haya estado esperando en su vida, que seas su destino, que Dios te bendiga hijo –cuando se acercaba al camino un joven de unos 25 años caminaba dirección a la mujer con  vestido en harapos, sucia, con quemaduras en la cara, cabellera desecha por la gran descarga eléctrica que había recibido, caminaba tambaleándose de un lado a otro, sus ojos comenzaron a lagrimear, decía con poca fuerza en la voz –que este hombre sea el indicado porque mi tiempo esta contado, señor, nada es casualidad, si él camina a mi dirección, es porque este niño, en sus brazos debe estar- la mujer tomó fuerzas y caminó decidida a entregar en los brazos de aquel joven a su hijo.
Héctor veía que una mujer salía de los grandes árboles que estaban a la horilla del camino, su aspecto era deplorable, apenas podía sostenerse; pero veía que cargaba un bebé el cual no paraba de llorar, Héctor pensó que la mujer necesitaba ayuda, se dirigió a paso veloz para saber que ocurría, veía movimiento en los arbustos, su pecho se acongojó al ver la escena pero a la vez sintió temor porque intuía que escapaba de algo, estando a unos pasos cerca de Héctor la mujer con un último esfuerzo levantó el bebé como señal de que lo debería de tomar,  cuando estuvo cerca se lo entregó en brazos de Héctor y la mujer se desplomó sobre el piso de tierra, Héctor no sabía qué hacer -¡Señora!, ¿me escucha? -¡toma al niño!, ¡te lo imploro, dale una casa! Y que sea feliz, no dejes que haga nada malo, cuida de él. -¡señora! -¿me escucha? –Héctor vio los ojos de la mujer, y la mujer lo reconoció –Vas a ser muy buen padre, porque usted viene de buena familia – esas fueron las última palabras que Héctor escuchó pronunciar a la mujer.
El viento comenzó a soplar y sintió tanto frio, que no entendía lo que estaba pasando, Héctor se arrodillo a lado de la señora y el bebé no paraba de llorar, tal vez fue el día que Guillermo lloró más que nunca; porque todo el prodigio que pasó nunca detuvo el llanto.
Soledad veía con gran tristeza la escena y su pecho desgarrado, por ver a su hijo con un pequeño niño desventurado que la vida le había arrebatado a su madre y su vida esté impregnada por el misterio de la muerte, la impotencia de Soledad de no poder cambiar ese pasado y  ser solo un simple espíritu reviviendo un capítulo de la historia. Su dolor ante el pasado era grande porque pensó que así como ese momento; existen en la vida de cada ser humano una historia desgarradora que se evita siempre recordar, para evitar llorar o sentir ese ardor en el pecho que duele, que hace que se abra el pecho para dejar salir las lagrimas del corazón. La impotencia era lo que más la mataba, ella lloraba; su dolor fue tan grande que la hizo caer arrodillada para poder soportar el dolor, solo aquel gran árbol en el llano era su cobijo y era parte de la historia que acobijaba el inicio de la vida de su nieto.
Héctor, volteó a ver a todos lados para ver que podría hacer, a lo lejos reconoció una pequeña casa al final del camino, se incorporó y caminó a paso veloz hasta la casa con bebé en brazos, la desesperación por tratar de ayudar a la mujer era tal que nunca en su vida se había sentido tan angustiado, al llegar a la casa tocó la puerta avisó a la gente que habitaba ahí y la gente salió corriendo para socorrer a la mujer, las señoras, niños y hombres que estaban ese día en ese lugar corrieron al saber la noticia, la gente corrió; al llegar al lugar no vieron a nadie, inspeccionaron el campo y  vieron solo el cuerpo del hombre con la piel de la cara reventada por el golpe eléctrico del rayo,  todos echaron a buscar a la mujer y no encontraron más que los rastros de sus pisadas que se perdían al otro lado del llano donde la maleza no les permitía ya ver. Y de la mujer nunca se encontró cuerpo o rastro alguno, quizás el diablo la hizo descender al infierno junto con su cuerpo físico.

viernes, 6 de julio de 2012

EL PUEBLO QUE NUNCA MUERE

"Ten miedo al Karma, porque tarde o temprano te pasa la factura"



 
Soledad quedó sorprendida con la revelación de la muerte, sus ojos voltearon a ver al ser que le decía aquellas palabras.
-veo tu consternación Soledad, ¿Por qué?
-no logro entender porque tu ungiste a Guillermo, ¿Por qué él? ¿Qué tiene en especial? –creó que tu hijo nunca te explicó el proceder de Guillermo, -¡sí! Recuerdo bien el día que entro por la puertea de la casa con un bebe en brazos, y me contó que lo había encontrado abandonado en el campo -¡si es verdad que lo encontró pero creo, que evitó contarte algo más que se volvió un secreto  -¿por qué tendría que evitar contarme algo más?, -para no hacerte daño; ven vamos te voy a llevar a recorrer el pasado. Mira allá abajo ¿vez el callejón que pasa atrás del cementerio que lleva a la carretera? -si- mientras Soledad veía abajo al punto donde la muerte señalaba, Soledad sentía que su mirada se agudizaba y bajaba hasta ese punto, veía a Su hijo caminando en ese callejón sin pavimentar; un camino de tierra que daba a lado de un gran terreno lleno de distintos árboles, dentro de aquel terreno una mujer corría con un niño en brazos a unos metros de distancia. –Soledad podía ver el pasado-
Soledad contemplaba la escena y como su hijo  Héctor un hombre joven iba caminando tan plácidamente después de haber ido a dejar ese día a su tía que vivía fuera del pueblo. Mientras que en el campo la mujer con bebé en brazos corría por su vida y por la de su hijo, sucedía que aquella mujer de unos 30 años de edad, era conocida por bruja, mucha gente del pueblo le atribuía poderes sobrenaturales y pacto con el diablo, pero nadie nunca se enteró que hubiera tenido un bebé. Soledad de pronto se encontró caminando rumbo a un árbol donde la mujer fatigada lloraba desesperadamente; a lo lejos un hombre moreno, robusto, de barba, con semblante enfurecido, la buscaba entre los matorrales de aquel pequeño llano. La mujer posó al bebé entre las raíces de un gran sabino, que junto a el pasaba un riachuelo que le proporcionaba agua para que luciera frondoso y las hojas de sus ramas callera hasta tocar el piso como si este fuera una gran cortina verde.
Soledad se asomo de lado del árbol y vio a la mujer llorar, vio a su bebé y le dio un beso en la frente, las lágrimas eran de tristeza y desesperación, aquel hombre que la buscaba no traía buenas intenciones. Entonces aquella mujer tomó de su vestido un cuchillo y se cortó la palma de la mano dibujando un símbolo, el símbolo de la oz.
Soledad observa atónita la escena, ella quería hacer algo para ayudar al bebé.
 -¡calma! Es el pasado, no puedes ya nada hacer solo es como una historia contada, no tienes porque desesperar – le decía la Muerte a Soledad, mientras ella misma se hacía presente de tras de soledad con su manto oscuro.
-¡Te clamo a ti!, ¡si a ti!, señora, señora que calmas las dolencias de los enfermos, quién acude a ti en momentos de desesperación, tú que eres la señora que no tiene tiempo, la que aterra al valiente, la que conquista a la doncella deprimida, tu quien hace que los sacerdotes se arrodillen,  y que los ricos imploren tu favor en los momentos que sus enemigos planean su derrota, a ti señora que te vuelves la amante de la viudas,  amiga de los niños huérfanos, cómplice de Dios y negociadora del diablo, tú que no tienes dueño, obligo tu presencia a esta necesidad, con la sangre de mis manos aclamo a ti, porque la sangre de la vida escurre por una parte de mi, se escurre mi vida y te evoco para que estés aquí.
La muerte paso a lado de Soledad, y caminó hacia la mujer. Ella no la veía,  pero el aire frio y tétrico comenzó a soplar en el campo, mientras que una nube comenzó a tapar el sol opacando la luz, la mujer sintió las pisadas que venían del costado del árbol, y el pasto verde se separaba de un lado a otro como si alguien invisible caminara alrededor del árbol, la mujer se arrodilló y cerró los ojos para no ver lo que sucedía pero recordó que hacia aquello para darle protección a su hijo, vio al bebé sonreírle, aquella sonrisa tierna la ennoblecía el alma y le llenaba de tanto carillo sincero,  tomó valor – señora se que estas acá he sentido tu presencia, se que estas presentándote - ¿Qué es lo que quieres? –¡señora tu protección! -¿Cómo puedo yo protegerte si no tengo cuerpo ni forma en este mundo? – ¡te pido tu poder para evitar la muerte de mi hijo y mía! -¿Porqué? -¡sabes bien que hay un hombre que viene con malas intenciones y me ha corrido hasta acá y yo deseo salvar la vida y la de mi hijo -¿pero tú crees que te mate? –¡dime tu señora que puedes ver el futuro, que es lo que acontecerá! –no estoy dotada para ver el futuro, prohibido tengo decir a los mortales cual va ser su suerte, porque tal talento solo Dios lo tiene, yo solo puedo usar lo mismo que ustedes los mortales tienen en su poder. -¿Qué es eso señora? –¡análisis! –¡no entiendo! –Dijo la mujer desesperada –¡explícame, que necesito salvar la vida! –tantos años de investigación de la ciencia, tanto estudio, para que la humanidad no comprenda que analizar es una cosa tan sencilla para comprender los posibles futuros de la humanidad -¡deja de jugar conmigo huesuda, que yo no tengo la eternidad como tú! -¡hace muchos siglos un hombre dijo “a toda acción hay una reacción”, ¿lo recuerdas? -¿Newton? -¡como dijo Arquímedes!, ¿crees que yo debo de intervenir por ti en este momento?, ¿no sabes cuánto daño podría ocasionar que yo intervenga en las leyes naturales de la física? -¿física?, ¿Qué tiene que ver esto con la física?,-bueno mi joven bruja, deberías recordar tantas enseñanzas que da la filosofía, los budistas lo llaman “karma”  -mientras la muerte explicaba a la mujer ella caminaba de un punto a otro bajo el árbol mientras el bebe lloraba, la mujer sentía que la voz estaba por todos lados, la cabeza le daba vueltas -¿tu quieres que te salve de tu karma? -¡si señora! –no puedo hacer eso, te repito, no puedo intervenir, además sabes que aquel que tiene conocimiento de la ley, tiende a recibir un castigo más severo. Además no te has dado cuenta pero el hombre que te anda buscando no anda solo, -¿con quién más viene? – La muerte soltó una carcajada que paralizó el corazón de la bruja -¡el diablo! –¿Por qué? - ¡sabes que si te metes con él, el no respetara pacto y siempre querrá más de lo que le puedas ofrecer y la vida de la esposa de este hombre que te viene a buscar no era la pactada! -¡señora te lo imploro ayúdame! -¡no puedo! –la sombra se posó sobre la mujer arrodillada frente al gran árbol y la mujer vio esa sombra sobre sí misma -¡entonces hazlo por el bebé! -¿por él?- si sabes que el mal no me quiere tanto a mi sino a él porque es inocente, ¿qué quieres que haga? -¡veo que es muy grande tu amor hacia él! No te ofrezco salvarte a ti, pero el pequeño no sabe de la ley y no debería pagar por algo que tú tienes la culpa -¡dime! ¿lo salvaras? -¿me lo ofreces? -¡sí! ¿Pero dime qué hago? –la mujer escuchaba los ruidos cada vez más cerca y solo pensar que la maldad venia con aquel hombre aterraba su corazón. Era un momento como si un ruido se fuera haciendo más fuerte y rápido, su corazón se agitaba  teniendo la idea de tomar el bebé en brazos y seguir corriendo -¿me lo ofreces? -Preguntó nuevamente la muerte- ¡sí, pero sálvalo! – Entonces la muerte tomó la mano que sangraba de la mujer y la colocó en la frente del bebé  -¡Desde hoy serás como mi lazarillo, niño de alma clara serás mi lazarillo y desde ahora estas destinado a escuchar mi voz! – Soledad veía la escena, estaba pasmada de la impresión, veía a dos hombres caminar, el hombre moreno que estaba a menos de 100 metros de aquel gran árbol y a alguien que en su semblante no dibujaba rostro alguno de bondad, al ver su rostro Soledad se escondió de tras del árbol para no saber más; el miedo la estaba invadiendo, porque no comprendía cómo podía ver el pasado.
-¿dime, lo protegerás? –volteo la mujer y ella vio el rostro de la muerte, ella sentía tanta paz al ver a una mujer de blanca cabellera, delgada de poca estatura, Soledad no podía entender que es lo que veía. Era ella misma agarrando la mano manchada de sangre de la mujer.
La muerte era el reflejo de Soledad, su imagen representaba la persona que cuidaría del Bebé, la mujer sintió paz -¡Gracias!, fue lo último que le dijo a la muerte. Se puso de pie  y oró a Dios, -señor te ofrezco este sacrificio por la paz de este hombre y por el de mi hijo – la mujer hizo una oración dio un paso y la muerte se evaporo, dejando una estela de humo en el aire, caminó decidida a su encuentro con aquel hombre; la mujer se detuvo y el hombre enfurecido corrió hacia donde estaba ella, la mujer solo tenía la miraba tranquila, y corrió a encontrarlo cara a cara, como decidida a defender a su hijo, mientras el monte se abría paso ante la carrera de aquellas dos personas, a pocos paso de que el hombre extendiera sus manos para tomarla del cuello y la mujer sacara el cuchillo con el cual se cortó la mano, de la tierra Salió un trueno que subió al cielo y cimbró el lugar, y Soledad vio como aquel trueno arrojó a los dos que iban decididos a matarse a lados opuestos del campo














jueves, 31 de mayo de 2012

LAS CAMPANAS DEL SILENCIO


EL PUEBLO QUE NUNCA MUERE


“Cuando escuches una voz en tu interior que te dicte algo que se te olvida o algo que tienes que hacer no la ignores”.



Eran las seis de la mañana cuando se escuchaban sonar las campanadas de la iglesia, los primeros toques despertaron  a Soledad, ella dormía a un lado de la cama de Guillermo, se incorporó y volteo a ver a su alrededor: Rosario, Gabriel y Guillermo a un dormían, pero algo era raro, es como si los inquilinos que dormían estaban sumidos en un profundo sueño del cual no podían escuchar las campanas que llamaban a misa.
Soledad pensó que sería buena idea ir a misa para despejar un poco su  mente y enterarse de las cosas nuevas que estaban pasando en el pueblo; acto tan común desde que era niña, porque la gente iba a limpiar sus pecados al sermón de la iglesia y  poniendo un pie fuera del atrio, la lengua se les partía por hablar mal del prójimo, por criticar el vestido  o la compañía, para hablar mal del que le va bien y de inventar el chisme de un comentario hecho al aire por alguna persona que externó su opinión que fue a parar a oídos malos, donde compusieron todo un drama a lo que sólo fue una opinión.
Soledad caminó hasta la puerta del cuarto para salir e irse a vestir, pero cuando llegó a la puerta, se percató que no existía ruido en la casa, ni en la calle, las campañas de la iglesia se han callado y aquel ambiente se había puesto raro.
Soledad volteó a ver sobre su hombro y sabía que en el piso estaba su familia durmiendo, pero algo le sorprendió; ver su cuerpo dormido a lado de la cama de Guillermo. Sintió ese pánico parecido cuando se enteró de la muerte de su hijo, pero sabía que su espíritu había abandonado su cuerpo, volteo, un bulto tomaba forma desde la sombras del cuarto desde la ventana que daba a la calle, aquella presencia se incorporaba y quedaba viendo a Soledad fijamente.
-¡Pensé que mi despedida iba ser en las casas de descanso en lo alto del cerro! –Comentó Soledad a la sombra -¿pero por qué no me dices nada? – a Soledad la presencia de aquel ente no le daba miedo, porque en muchas ocasiones ya la había visto estando despierta, pero era la segunda vez que le sucedía que la visitaba estando en un viaje astral. Ella se sentía insegura por lo que estaba viviendo, y no sentía su cuerpo, solo sentía que fuera como el aire. -¿sabes porque estoy acá verdad? -¡sí!, ¡lo sé! Pero no pensé que fuera de esta manera. -¡No Soledad!, no vengo a un por ti,  tienes que hacer tres cosas antes de partir, tu jornada no está completa,  si hoy te fueras, las cosas tendría mucho desorden en un futuro, muerta no le sirves a la conciencia del universo, viva aun puedes hacer muchas cosas. -¿entonces qué es lo que quieres? –¡al nuevo heraldo! -¡dime tú!, ¿Quién es? -¡Sabes bien quien es!, sólo que le estas negando su misión en este mundo -¿Por qué dices que es su misión? –Su vida me fue ofrecida, uno de los seres de este mundo que logró arrebatármelo me negó su servicio hace algunos años. -¿Por qué no escoges a alguien más?, existen tantos que quisieran ser tus aliados –no, no cualquiera; ven y comprenderás   -¡no, no puedo salir de esta habitación! -¿Por qué no?, ¡no vez que andas con la señora de la vida! –sabes muy bien mi miedo a estar fuera de mi cuerpo, y sabes que temo no poder regresar y no sé si confiar –¿Por quién me tomas?, ¿por un vil mortal?, ¿crees que no conozco el significado de promesa?, no soy como los hombres y mujeres que se juran amor eterno  y al cabo de unos años terminan odiándose porque no supieron guardan una promesa y mucho menos un juramento, ¡no temas, que no soy humano!, ¡yo si tengo dignidad!- la muerte extendió su largos y delgados dedos desencarnados en señal de que soledad le diera la mano.
Soledad aun con el pesar de su corazón tomó los dedos sin carne de la muerte y salieron caminando atravesando la pared, de pronto Soledad estaba dentro de la iglesia, como si hubiera parpadeado y ella estaba ya en otro lugar. La muerte se colocó tras ella y le dijo. –¡observa! – Soledad estaba parada en el pasillo de que se dirige al altar, volteó a ver a todas partes. Vio que era la primera misa del día domingo,  estaban ahí señoras de todas las edades, ancianos, y su amiga Juanita con sus hijas, entonces escuchó el sermón. –Si aun estamos en este mundo, es porque hemos sabido trabajar en comunidad, tenemos la convicción de que Dios nuestro señor manda siempre personas que nos ayudan y alientan con nuestra carga día a día, son personas que han ayudado desinteresadamente al alma de cada uno de nosotros -¡acércate! Mira a tu lado derecho, esos dos hombres que están ahí –dijo la muerte al oído a Soledad –Si los conozco; mi vecino y su compadre -¡si!, mientras el Sacerdote habla de ti -¿de mi?- ¡Si! Su sermón no tiene nombre ni apellido; habla de quienes han apoyado la comunidad, al pueblo, pero en su mente el Padre Ricardo habla de ti, el rumor de que pronto morirás corrió en la tarde de ayer por todo el pueblo,  la gente está comenzando hablar, todos especulan de ¿Quién será mi nuevo mensajero?, pero mira, cuantos candidatos tiene el corazón puesto de que yo les dé tan gentil trabajo, todos deseando ser tocados por mi y les de la oportunidad de ver el futuro, de ser quien lleve las malas noticas –La muerte se reflejaba como en un sueño. Estaba  lado del padre, frente al altar, a lado del vecino de Soledad y la voz tras de Ella, escuchando la explicación de la muerte –escucha esto –Soledad sintió que la cabeza se le había y comenzó a escuchar la voz de Fernando, su vecino –Ojalá se muera pronto esa vieja cretina, que según era la mensajera, la que decían quien moría y quien le daba esperanzas para poder vivir…Esa familia de Soledad, es de lo peor, empezando por el esposo quien no supo hacer nada por el pueblo, y luego el entrometido del hijo. ¡Creo que ellos nunca supieron cuando iban a morir! Y ¡doña Soledad mucho menos! –en tono despótico sonaban aquellos pensamientos que laceraban el alama de Soledad -¡Cállalo!, -no puedo callarlo son sus pensamientos, pero mejor escucha estos otros –la muerte se acomodo a lado de doña Margarita- ¡esta noche haré lo posible para evocar a la muerte!, ¡no puedo creer que Soledad nunca haya cobrado por sus servicios y la gente la consultara, teniendo la capacidad de ver cosas que nadie tiene, ella no sacaba provecho y vendiera sus servicios; yo con gusto dedicaría mi vida a cambio de esos dones que Soledad heredó de la muerte. –Escucha estos otros – la muerte se puso a lado de Francisco un joven de 20 años que estaba con sus papás –Si yo fuera el heraldo, la gente me respetaría –
Luego se posó a lado de Israel –ojala la muerte me buscara y me quisiera como su mensajero, es lo menos que podría hacer por mi después de haberme quitado mis padres – Soledad solo veía como se posaba en cada personas y lograba escuchar sus pensamientos  -Me quito todo; ojalá se muera; podría tener dinero, viviría por siempre, sabría los secretos de los demás, burlaría a la muerte, mi familia no tendría carencias, sabría cómo hacer el bien, me quitaría mis miedos, sabría si quedó alguien más vivo allá afuera -¡Basta!, Saca todas esas voces de mi cabeza, no vez que siempre ha sido una carga muy pesada el poder ver algunas cosas que ha de ocurrir en la vida de las personas y tú me traes hasta este recinto donde me haces escuchar el pensamiento de todas las personas del pueblo. – ¡quiero que entiendas! -Habló tranquilamente, la muerte mientras soledad veía caminar a la muerte por las bancas llenas de personas, ellas no sabían que estaban siendo vistos y espiados por alguien más, todos en sus pensamientos  pensaban en sí mismos, nadie se percató que las velas del altar derecho se apagaron,  que el péndulo que estaba lado del altar estaba moviéndose en círculos pequeños poco perceptibles pero aquel objeto de metal había sentido la presencia de los seres que estaban en la misa. Soledad estaba parada en el pasillo a unos 10 metros del altar y la muerte se fue incorporando en frente de Soledad para explicarle. -¿no has comprendido verdad? -¡no! No entiendo, -¿crees tú Soledad que a mí me interesa a alguien de estas personas que están acá para que sean mis heraldos? –hizo una pausa y tranquilamente volteó a ver a la multitud ahí congregada para escuchar un sermón y sentirse parte de un algo -¡no!, esta gente todas juntas no hacen uno solo, todas buscan un beneficio, desean algo sin saber en realidad si es lo que desean -¿pero te lo están pidiendo? –si, muchos tratan de hablar conmigo; pero has de comprender, que no les puedo dar gusto, sólo porque sus vidas están en la monotonía y quieren salir de esa rutina con algo fácil, todos desean, todos piden, todos quieren, pero pocos serian capaces de comprometerse. ¿No recuerdas cómo tu esposo y tu hijo dieron su palabra, fuerza y empeño para luchar  contra mí, y salvar al pueblo?, si ellos no hubieran luchado, yo habría ganado -¿pero porque estas tan empeñada de mi familia?, ¡me has quitado los seres que más he amado! –Así como existieron realezas que heredaban los títulos y riquezas, así hay familias honorables y seres humanos excelsos, que son dignos de admirarse, ¿Tú crees que la vida es cuestión de suerte? –cuando estaba dirigiendo sus palabras, la muerte tomó de la mano a Soledad y la llevó a lo alto del cerro; Soledad se asustó por el acto, pensando que la muerte la había engañado, porque en lo alto de aquel cerro estaban los descansos, unas cabañas que se habían construido con el fin de quien tuviera una dolencia muy grande, encontrara ahí su tranquilidad y pudiera marchar ya de esta vida. Soledad no podía moverse y su ser se estremecía por no saber qué sucedía -¡Calma Soledad!, te he dicho que soy de palabra, no temas, que solo quiero enseñarte algunas bondades que tú tienes –La muerte con su túnica gris, caminó a lado de Soledad por el camino verde del bosque y siguiendo la angosta vereda llegaron a una parte elevada donde existía una cruz y esta veía al pueblo, al Pueblo de la Fe que en esa mañana todos estaban en misa, escuchando el sermón. -¡no sé si la vida sea de suerte! –Retomó la plática Soledad – La vida no es de suerte, la vida toda es un por qué y un motivo.  Yo admiré y admiro a las personas que buscan su porque y le dan motivo a ese buscar en la vida, a lo largo de la historia han sido pocos los que hacen eso, quienes logran encontrar el motivo de sus vidas, viven plenos, es ahí donde yo siempre pruebo el valor de las personas. –¿pero qué tiene que ver lo que me dices con todo lo que he escuchado en mi cabeza?- sencillo, muchos de esos pensamientos de todas las personas del pueblo son banales, no vienen del corazón ni mucho menos de su verdadero motivo, el grueso de las personas siempre busca un beneficio cómodo de todo, siempre buscan solo zacear sus necesidades egocéntricas más básicas, si lo pueden hacer desde la comodidad, mucho mejor. Pero, esas personas yo no me encargo, aquellas que tienen pensamientos de comodidad, son seducidas por la oscuridad. -¿tu? -¡no!, ellos mismos, ¿Por qué crees que existe un pacto de no suicidio? -¡si! Lo recuerdo- Tu más que nadie sabe Soledad, que las personas cuando descubrieron que ocurrió el fin del mundo la gente comenzó a suicidarse porque solo tenían  oscuridad en sus mentes, les daba miedo el provenir y pensaban en morir de hambre, de perder todas las cosas materiales que tenían, que aquellas cosas que les costó pagar por años, no funcionaria nuevamente. Por eso entré a todas las ciudades y comencé hacer mi trabajo, el trabajo que he hecho desde que al ser humano fue maldecido y desterrado del paraíso, paraíso que se olvidó y nunca más decidió buscar. Muchos hombres y mujeres me facilitaron mi trabajo y se entregaron a mí sin el mayor desespero del mundo. Ahora estoy acá asechando el pueblo y nadie quiere suicidarse porque saben bien que hay un pacto, pero muchos desean ser mi heraldo, muchos quieren tener el don que Soledad tiene, muchos quieren algo que no saben que es, ¿y tú me dices que escoja entre todos los del pueblo? -¡sí!, si muchos te aclaman ¿por qué estar rondando mi casa? –no has comprendido Soledad, a mi no me interesa alguien con poca capacidad;  que en vez de ser un apoyo va ser un estorbo. ¿No recuerdas cuantas personas fueron un estorbo en la vida de los seres humanos? -¡explícame! –sí, ¿recuerdas aquellos puestos de gobierno donde veías jóvenes inexpertos con cargos de jefe? –sí, recuerdo que alguna vez me tocó hacer algún trámite no solo en gobierno, sino en otros lugares, y siempre me tope con jóvenes, que tenían poca experiencia y tenían a su cargo gente que llevaba trabajando años en el área, y nunca podían ascender, porque todos los mejores puestos eran solo para los familiares de quien gobernaba, el amante, el querido, el compadre el hermano o cualquier persona que tuviera un nexo familiar o sentimental con alguien que tuviera poder, y también habían otros señores que siempre cambiaban de puestos sin problemas y no tenían que pasar por entrevistas para tener un buen puesto y salario, y a los de bajo rango les tocaba sacar el trabajo  -¡Exacto!, nunca existió el verdadero reconocimiento al trabajo de quién tenía el conocimiento, la experiencia, o en dado caso las capacidades para realizar el trabajo que se tenía que ejecutar, esos seres humanos siempre que se presentaba un reto laboral terminaban preguntándole al más capas del área y ellos según resolvían el trabajo dejándolo que lo hiciera el que en verdad tenía la experiencia, y cuando hacían algo por ellos mismos; terminaba  echado a perder, es ahí donde yo me refiero que son seres humanos que estorban, muchos quieren los fácil por creer que en sencillo pero al final son un estorbo. ¿Crees que voy a escoger a los que añoran mi presencia, por mi amistad con ellos?, ¡no!, no soy la amiga de nadie,  no aceptaría como mi heraldo a un estorbo, que eso los aguanten los propios mortales, para mí son solamente estorbo; indignos siquiera de vivir y de morir, antes los entrego a los enemigos de sus pensamientos, pero allá ellos, ellos se sabrán matar en su momento. -¡comprendo! Pero, ¿Por qué mi casa? ¿a quién buscas? –¡a tu nieto Guillermo! -¿Por qué a él?, ¿no mi hijo luchó contra ti porque desde niño lo asechabas?, -no se puede luchar contra mí,  no se puede evitar lo que tendrá que acontecer, entre más larga es la espera más grande es la agonía. Héctor tu hijo, solo aplazó el destino de Guillermo,  tú te ofreciste como sacrificio para que el niño no fuera mi emisario. -¿pero que tiene Guillermo que nadie más tenga? -¡Guillermo fue ungido por mi!.

sábado, 7 de abril de 2012

EL PUEBLO QUE NUNCA MUERE

"Para la muerte no hay chapas ni candados"

(Tercera de la Tercera -última parte-)


Todo estaba dicho esa noche, entre fantasmas de un estado mental perturbado de Guillermo, la sorpresa de Gabriel de la noticia de Soledad, de la tristeza de Rosario por lo que el futuro prometía, y de la esperanza que guardaba el corazón de Soledad.

Guillermo se sentó en la cama, antes se había asegurado que la puerta estuviera bien cerrada, la ventana con los cerrojos puestos, no quería tener ninguna sorpresa, dejó la vela encendida, y decidió meterse a dormir, había sido un día muy pensado. Colocó la cabeza sobre la almohada y se sintió tranquilo porque esa noche dejaría una luz para poder ver en la oscuridad si llegara a tener otro feo sueño.

Los grillos cantaban ocultos en la noche, como si un ladrón se escondiera de las luces y este se pusiera a tocar un violín una melodía para despistar a las personas que deambulan por las calles a altas horas de la noche, para saltar de las sombras y robarle a su presa las cosas que posea en el momento de la sorpresa.

Las horas iban transcurriendo y las estrellas iban en su eterno peregrinar en el cielo corriendo del sol para ocultarse en el horizonte donde nadie las pueda ver cuando la luz inunde los ojos de los que las pueden ver.

Guillermo estaba más que plácido en el más profundo de los sueños, jugaba en un bosque y caminaba por grande pinos de gruesos troncos; donde sus brazos no alcanzaban abrazarlos; aquel joven de apenas 20 años, de cabellera negra, ojos redondos y color chocolatosos, así como su piel color canela, ese color que parecía haberse tomado de los grados dorados del café y sus mejillas rosadas que parecieran pellizcadas por el frio que se veían en un tono rosado, le hacía un contraste en su piel. Esa figura andante entre los grandes pinos de altas copas, donde la luz del sol apenas podía atravesar por pequeños orificios en el techo de la naturaleza; paseaba en buscar de una cuantas gotas de lluvias que fueron atrapadas como en hojas incrustadas en lo alto de los troncos de los árboles, ese sueño una voz le decía, que si podía recolectar ese líquido, su abuela podría vivir mas tiempo, Guillermo se sentía confundido porque en su sueños no tenia recipiente ni escalera ni mucho menos cuerda para poder trepar por esos grandes pinos. Su preocupación era tal, que salía del bosque en búsqueda de algún recipiente para poder recolectar el agua. Cuanto más caminaba se salía del bosque y tenía miedo de no saber el camino de regreso, cual volteo a ver divisó el pueblo de la Fe debajo de la colina donde él estaba; caminó por una pequeña vereda que lo llevaría hasta la primera calle del pueblo, pero en sus sueños la noche caía estrepitosamente y él sabía que no podía regresar porque la noche era algo peligrosa. Caminaba a paso veloz y se preocupaba porque no veía ninguna luz, los habitantes no habían puesto las antorchas en la calle, apenas sus ojos veían en la calle, sentía que caminaba en la nada, pero en un momento, una voz lo llamó –¡Guillermo!- y se detuvo para ver a todos lados, y como magia, se hizo la luz, de repente se encendieron luces a su lado derecho, después atrás de él, después a su otro extremo y por último frente a él. Cuando pudo acoplarse a tanta luz vio que estaba en medio de un parque pintado de blanco, con las lámparas que irradiaban tanta luz que recordaba que cuando era niño, veía las luces de los fotos y de las lámparas del parque y que tenía muchos años que no los había vuelto a ver hasta ese momento en sus sueños. Se sentía tan feliz porque sabía que estaba todo regresando a la normalidad, así como era todo antes del fin del mundo.

Alguien volvió a llamar - ¡Guillermo!- y la voz estaba muy cerca y sabía que era una voz muy familiar. -¡hola!, ¿Quién eres?- buscaba por el parque pero todo estaba totalmente vacío, solo veía toda esa luz blanca y los arboles de colores muy vivos, flores de clores y como un corredor de lámparas encendidas que se extendían al infinito. Al dar girar la cabeza a su derecha un rostro muy familia se hizo presente. El se sintió con tanta paz, y al reconocer el rostro esbozó una sonrisa que no podía contener tanta felicidad. Era la persona que más amaba, -¡papá! – hola pequeño coqueto, ¿cómo has estado? –bien, te he extrañado todo este tiempo – lo sé, quiero que sepas que siempre estoy contigo y que desde que vi esos hermosos ojos que encierran tanto misterio yo quedé impregnado de ti, y eres un gran ladrón -¿por qué papá?, ¿qué te he robado? – Todo Guillermo, te robaste, todo, y siempre estuve profundamente comprometido contigo, y agradezco a la vida por traerte hacia mí eres el mejor regalo que he recibido, y ¿sabes por qué eres el ladrón? –no ¿por qué? –Porque con tu mirada atrapaste para siempre mi alma sin que me diera cuenta –en ese momento un viento sopló y Guillermo comenzó a sentir frío, y sobre el corredor donde se extendían las luces del parque al fondo unas de ellas se apagaron, Guillermo volteó a ver y veía que alguien venia caminando con esa oscuridad y cada paso que daba se apagaban otras luces, su papá habló –Guillermo, ¡mírame!, Por cualquier razón sólo quiero que seas fuerte y valiente, recuerda que la fe es como una emoción como cuando estas enamorado y siente tanta seguridad en ti mismo que las cosas ocurren sin que se demoren tanto; recuerda que siempre estoy contigo y no tengas fe, y sobre todo, no dejes que el miedo te venza – cuando su papa terminaba de hablar aquella sombra que iba caminando con dirección a ellos llego al punto central del parque y toda la claridad se volvió nuevamente penumbras, el corazón de Guillermo comenzó a latir en tal intensidad que no sabía qué hacer -¡Papá!, ¡papá! ¡No me dejes! – y en un momento sintió pánico, algo o alguien estaba parado a tras de él. Y de la nada el frio se hizo insoportable y como re chinillo una voz le dijo –¡no temas Guillermo!- era como si la eternidad viviera en esa voz, porque pareciera que nunca iba a terminar de decir aquellas simples tres palabras. Guillermo quedó inmóvil no sabía qué hacer, la oscuridad no lo dejaba ver y no sabía qué hacer con todo el pánico que sentía. En su mente recordó un pasaje del salmo 91 “Con sus plumas te cubrirá y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día, Ni pestilencia que ande en oscuridad, Ni mortandad que en medio del día destruya.” Cuando recordó en medio de su terror, regreso a su cuarto, y vio su cuerpo sobre la cama, y la sombra frente a su cama, logró ver a un ser alto con una túnica negra desgastada, sólo vio que la vela se consumía y de repente se apagó, Guillermo no se podía mover y solo cerró los ojos y cuando pudo comenzó a gritar, cuando hizo eso ya estaba en su cuerpo, despertando de la pesadilla, pero aun creía que dormía porque la vela estaba apagada y la puerta del cuarto abierta, y él siguió gritando aun con más fuerza y la alta sombra frente a su cama camino a paso lento y salió de la recamara, Guillermo desesperado no sabía qué hacer era tanto su terror que gritaba mas y mas fuerte, hasta que desmayó nuevamente.

Gabriel llegó corriendo hasta el cuarto y se quedó espantado al ver a su hermano con medio cuerpo colgando por el borde de la cama. -¡Guillermo!, ¡Guillermo!, ¿Qué pasó?, ¿Qué paso?- Soledad y Rosario aparecieron luego, y vieron a Gabriel sostener el cuerpo de Guillermo en la cama tratándolo de hacerlo reaccionar.

Soledad vio la escena camino a lado de la cama de Guillermo y lo tomó de la mano, dio unos pasos alrededor del cuarto vio el lugar y lo analizó, tomo los fósforos que estaban en la mesa de noche y volvió encender la vela. Volteo a ver a Rosario y a Gabriel –esta noche tenemos que dormir con Guillermo, el nos necesita -¿Qué pasa abuela?- Mañana les contaré; pero hoy dormiremos acá,-¿Por qué no nos dice Soledad, no ve como se ha puesto Guillermo? –La noche es muy oscura y en ella hay seres muy poderosos que nosotros no podemos ver, pero sin embargo Guillermo si, por lo tanto no les puedo decir más, hasta que la luz de sol nos pueda proteger les he de comentar.