martes, 6 de diciembre de 2011

EL PUEBLO QUE NUNCA MUERE


LA HERALDO DE LA MUERTE.

¡Ese es tu nombre pero!… yo te conozco como agüizote.

Desde la antigüedad siempre se han conocido personas con el seudónimo de agüizote. Son personas que con su visita no traen buenas noticias, y no son muy bien recibidas al lugar que llegan o se les ve con desconfianza.

Mi abuela después de lo que mucha gente conoce como el fin del mundo, comenzó hacer algunas visitas. Las casa que visitaba, eran las personas que partían de este mundo, muchos decían que era la mano derecha de la muerte, pero en realidad ella al igual que mi padre, tenía ese vínculo muy especial que mi madre me comentó por medio de los sueños con las personas.

Soledad era una mujer muy respetada pero temida a la vez por la gente del pueblo, pero para mí era una abuela muy cariñosa y consentidora.

Después de desayunar me fui a su cuarto a verla, cuando atravesaba el patio de la casa para ir a su cuarto, se escuchaba un murmullo que venía de su habitación; era una canción, que me desalentaba, porque su letra decía:

Me voy lejos

Pero siempre tendrás mi aliento

Ahí donde mora el recuerdo

Estaré para ti

Solo ora un momento

Y recuerda este verso

Que estoy siempre en ti

Para darte consuelo

Me voy allá donde no me toque el viento

Porque seré parte de él

Cuando sientas lo fresco del aire

Será una caricia que te dé

Cuando termines de labrar

Cuando la jornada sea dura

Cuando no tengas paz

Mi alma te estará dando aliento.

Seré esa estrella en el firmamento

Que cuando no encuentres amor en este mundo

Tengas la esperanza que más allá

Alguien ora por que seas feliz

Que cuando tengas desazón

Piensa en el buen sazón

Que la vida te regala cuando

Tomas sabiduría

Porque una mujer muy linda

Me dijo un día

Que sabiduría era la palabra

De saber,

De saber de gusto, de un gusto por probar.

Cuando pienses que estas sólo

Solo búscame en el viento.

Y regálame una oración

Para que te regale un poco

De serenidad

Cuando tu corazón esté

Descontento.

Cuando caminaba y me acerqué a la puerta, la voz se detuvo en ese rezo, algo que invocaba al cielo, la despedida del tiempo. –¡Guillermo pasa! –di un salto cuando mi abuela grito mi nombre. -¡buenos tardes abuela!, ¿Cómo sabías que estaba cerca?, -sencillo, a esta hora de la tarde ver una sombra proyectarse sobre la pared del cuarto no es normal, y como no me habías venido a ver como lo haces de costumbre en las mañana, pues lo más lógico, fue pensar que eras tú.

-¡si discúlpame!, iba tocar, pero te escuche recitar unos versos, que tiene un tono de tristeza.

-¿tristeza?, ¡que errado!, ¿te sentiste triste?

-eso fue lo que pasó en mi mente, porque es como versos de un adiós.

-puede que para ti suenen a tristeza pero para mí es como una oración de esperanza, todo depende con qué intención tomes las cosas.

-¿por qué?

-sencillo, para una persona que está dolida con la vida, y que se ha permitido vivir cosas negativas, cuando la vida le da una pequeña ayuda u oportunidad, o aparece alguien que le obsequia algo; esa persona siempre lo va a tomar a mal, su mente negativa siempre pensará que lo que le regalan es con un fin, o que nada es gratis en el mundo, que al final ese pequeño obsequio lo va terminar pagando. A comparación con una persona entusiasta, que de todo lo malo que pueda pasar en su vida, saca lo mejor, para darle sentido a su vida, para vivir el sueño que quiere, cuando alguien está necesitado y está parado en la esperanza o la fe de las cosas, corre el riesgo de las circunstancias se vuelvan fáciles o sencillas, a comparación con la que siempre piensa que todo tiene un precio, las dos personas podrían recibir el mismo regalo al mismo tiempo de la misma persona, pero la primera que te describí pensará que alguien hipócrita quiere ganarse su afecto, mientras que el segundo, agradece y ve un acto noble de la otra persona, al dar un poco de su energía.

-¿de su energía?

-sí, la persona cuando te da un regalo de buena gana, que nació por dártelo, está dando de su tiempo, su esfuerzo al momento de considerarte en regalar algo, es la energía de sus pensamientos que hace que te considere, para envolver el regalo, el comprarlo, en hacer todo el detalle del obsequio, no solo te está regalando un objeto, te regala su energía. Esa persona tuvo el tiempo de pensar en ti y darte algo, por eso los obsequios son eso, energía plasmada en cosas que significan aprecio; ¡por cierto! Aprecio sueno igual a precio; lo que se traduciría que tiene valor.

-¿y qué relación tiene tus versos con lo que me comentas?

-¡sencillo!, igual como un regalo puede tener percepciones distintas para dos personas, igual para ti y para mí los poemas que he recitado, para ti significan tristeza, pero para mí significan esperanza.

-¿Por qué crees que me provoca tristeza tus poemas?, a caso ¿estoy mal?

-¡no!, ¡no!.

Cuando decía mi pregunta mi abuela sacudía la cabeza en desaprobación, de que mi sentir no era errado, ella se levanto de su silla, caminó hacia a mí para darme un abrazo. Sentí el calor de su cuerpo envolverme para darme seguridad, tenía mucho tiempo que no sentía un abrazo de ella.

Tomó con sus dos manos mi cara y me dio un beso en la mejilla derecha, se irguió y suspiró al verme a los ojos.

Mientras nos veíamos a los ojos, por mi mente pasaba las tantas tristezas que ha vivido mi abuela a lo largo de tantos años. Sabía que ya a sus 70 años, una mujer como ella, con la fama de ser la agüizote del pueblo ya era muy cansado, ser ella quien siempre platicaba por última vez con la gente; no era muy alentador.

Era sorprendente que a su edad se conservara muy bien, caminara sin problema alguno, su cabellera era blanca como las nubes en verano, cuando ha terminado una tormenta y sale el sol y estas se dispersan quedando un puñado dispersas en el cielo ya azul y todas ellas arrepolladas como si fueran lindos borreguitos dibujados en el cielo.

Por su edad su estatura no era más de 1,60, siempre vestían con faldas floreadas, con cuello redondo por arriba del busto, con mangas cortas, todo en una misma pieza, pero precisamente ese día, se puso una ropa de verano, un vestido que una amiga le hizo con mucha delicadeza, era un vestido blanco de algodón, la falda hacia dobleces en la cintura y se dejaba caer por sus piernas, haciéndola ver joven, era como si el vestido le hubiera traído el elixir de la eterna juventud.

Sus ojos irradiaban un brillo místico, algo que no se puede comprender, lo verde oscuro de sus ojos, su rosada piel, y su cabellera blanca, todo en su conjunto mostraba serenidad.

-mi amiga me trajo este vestido- comentaba mi abuela mientras daba dos pasos hacia atrás y me mostraba su nuevo vestido.

-¿doña Juanita te lo trajo?, ¿no se supone que ella ya no podía cocer y que sus hijas se lo prohibieron?

-¡si!, pero no se lo digas a sus hijas porque van a pensar mal, ya vez como es la gente de chismosa, ¡aun no aprenden! después de todos estos años los males que hemos pasado; ¡ojala! La gente en verdad hubiera madurado, ¡no que muchos se quedaron ilusionados con el pasado, esperando que todo volviera a la normalidad, y ¡ve!, ya han pasado 16 años desde que todo acabo, desde el fin del mundo, mira al vecino, que ya a su edad, tiene aun guardando su celular. Lo último de lo último, algo tan caro que nadie podía comprar, casi ni un mortal, tecnología de punta que lo podría llevar a las estrellas si él quisiera. Pero el pobre le daba tanta flojera leer sus manuales, que iba a perder dos horas de su vida ¡con saber quién! para que le explicaran como utilizar ¡un celular!, tu padre siempre comentaba que era extraño tener que platicar con personas de su edad que le hablan de celulares con tecnología que reconocía la voz del dueño, que tomaba fotos ultra profesionales, y que al final de cuentas el equipo tecnológico que adquirían solo les servían para llamar y mandar mensajes de texto, y por supuesto lo que estuviera de moda en lo que se conocía como Internet, pero nunca dedicaron tiempo para adquirir conocimientos, todo el tiempo se les iba en balde en chismes, comentarios y cosas que no les dejaba un bien a sus propios conocimientos, la gente hace años pagaba porque alguien más se ilustrara para que posteriormente les hiciera el trabajo y no esforzarse para saber o averiguar cómo.

-cuando me hacia el comentario recordaba ese momento tan difícil que me toco vivir cuando tenía 9 años, ver como un mundo se desboronaba, como ver que las noches eran eternas, sin luz eléctrica, sin coches, ¡de un día a otro un caos!.

-abuela, pero que paso en los primeros años, ¿digo después de que todo colapsó?

Cuando terminé de formular la pregunta mi madre toco a la puerta.

-¡Doña Soledad!, las hijas de doña juanita están en la sala; quieren platicar con usted,

-¡vez hijo!, que te dije, de seguro alguien la vio salir esta mañana y le fueron con el chisme a las hijas. Bueno es hora de ver si me dan una cachetada o me amenazan con llevarme amarrada a la frontera de la vida, ¡la verdad no dudo que ganas tengan!.

-¡doña soledad!, ¡por favor!, la gente no quiere hacerle daño…

-¡eso dices tú!, tu gesto es muy bueno Rosario, pero tú al igual que yo, sabemos la fama que tengo con la gente del pueblo, ¡vamos a ver para que requieren mi presencia! –la abuela salió del cuarto y camino hacia la sala, la tarde era fresca para ser verano, era una sensación rara para la época. Mi abuela atravesó tranquilamente y mi madre y yo la seguíamos.

Cuando mi abuela se presentó, María y Genoveva se levantaron del sofá de la sala para dar las buenas tardes. -¡vaya!, -contestó mi abuela en un instante-¡venia imaginándome como seria la impresión que les daría al entrar y estar frente a ustedes, señoritas. ¡Tomen asiento!- la abuela se acomodaría inmediatamente cuando las dos mujeres ahí presentes se sentaran. María era una señora de unos 50 años de caderas prominentes, cabello amarrado negro, ondulado; su cabellera se veía con friz y desalineada, su vestido que le llegaba por debajo de la rodilla, su rostro era redondo por sus kilos de más, y sus ojos castaños tenían muestras de haber sido corrompidos por las emociones.

-¡señora!, ¡señora Soledad!, ¡por lo que más quiera!, ¡dígame que mi madre no estuvo esta mañana con usted!; ¡que don Isidro ha ido con el comentario a la casa, y mi madre ha estado rara todo el medio día.

-¡calma María!, que tu madre solo me trajo a regalar el vestido que traigo puesto,

-¿mi madre?, ¡si ella ya no costura!

-¡si! Ella misma me lo trajo esta mañana. Al parecer se acordó de una apuesta que hicimos hace muchos años cuando éramos unas jovenzuelas enamoradizas.

-¡aun peor!

-¿pero qué?

-¡ella se está despidiendo, de seguro es eso!

-¡no!, ¡no!, malinterpretas su buen gesto de amabilidad conmigo, ella solo vino a dejarme el vestido y fue lo único que hizo. ¿Qué tendría de malo?

-¡ella mismo un día me dijo que cuando volviera a coser un vestido, sería porqué la vida la estaba preparando para despedirse de todos, ya que siempre a ella le gustó confesional. Gustaba siempre de los encajes, de las siluetas, de los colores de las telas…¡pero hace diez años, que la artritis no la dejaba trabaja!

-madre… no te lo quería decir, pero mi abuela no se ha quejado de su dolor en esta semana- interrumpió Genoveva- ella tomó aguja e hilo y su vieja máquina de pedal que tenía desde joven.

-¿aún conserva su primera máquina?

-¡si doña soledad!, mi abuela sacó de la pequeña bodega que tenemos en la casa su vieja máquina y comenzó a cocer.

-no tienen por qué preocuparse, ella está bien, cuando alguien recobra su fuerza es porque se siente bien. No porque se sienta mal. No es lógico pensar que ella quiera hacer algo raro o loco. Para que se sientan seguras, ella misma en la mañana me dijo que cuando mi hijo hizo el pacto de no suicidio con la muerte, la gente guardo juramento de eso y ella también lo hizo y prometió que aun bajo las adversidades ella respetaría el pacto. Así que ustedes tranquilas, al parecer van a tener a doña Juanita para rato.

-¿está usted segura?-interrumpió María.

-¡si!, no les digo que cuando alguien está bien, es porque algo bueno está pasando.

-no quiero sonar grosera doña Soledad, pero…

-¿pero? –Genoveva se encogió de hombros y agacho la mirada cuando Soledad la volteó a ver para saber con qué comentario iba a rematar.

-con todo respeto, no quiero comparar esto con lo que pasó con don Gabriel. Que igual una semana estuvo bien, pudo caminar sin dificultad, cantaba por las calles, fue a visitar a sus seres queridos, se puso arreglar el jardín y a limpiar los marcos de las fotografías de sus casas, y muchos comentan que él la siguió una mañana hasta la 4 sur; ahí donde está la pequeña ermita, que lo vieron platicando con usted, y precisamente al otro día de su encuentro con él, a don Gabriel sus familiares lo tuvieron que ir a ver allá en las casitas que están prohibidas ir; si no pasan antes con usted, porque usted es la responsable del lugar en lo alto del cerro.

-lo de don Gabriel fue algo que sucedió, y no tendría motivo alguno por dar explicación, lo único que puedo comentarles, es que él estaba feliz y se sentía complacido ya con su vida.

-¿porqué murió? –interrumpió María.

-fue su decisión. Recuerden que hay un pacto y solo puede morir aquel que ha cumplido su jornada y que así lo solicita, ese es el pacto, por eso no han existido pestes, nadie se ha quedado sin comer, y si hay alguna enfermedad no pasa de una gripa, o un mal de estómago, quizás un dolor de cabeza pero no más.

-¡señora Soledad!, por lo que más quiera, cuénteme ¡qué más platicó mi madre con usted?

-¡recuerdos hija, recuerdos!.



PROXIMA SEMANA SEGUNDA PARTE DEL CAPITULO....

lunes, 28 de noviembre de 2011

EL PUEBLO QUE NUNCA MUERE

“Apuéstale todo a la muerte, de seguro ganaras la apuesta”

Me he despertado de la impresión de mi pesadilla. La oscuridad total de la noche me hace sentir miedo. ¿Cómo le hizo mi padre para poder enfrentar a la muerte y poder seguir con su vida y hacer que todos viviéramos tranquilo en este pueblo?

Como me gustaría que la noche tuviera luna llena para ver el patio medio alumbrado por su luz a la hora que camine por el pasillo; las noches son desde hace ya muchos años muy oscuras, la única luz que se vislumbra es el tenue parpadeo de las estrellas y alguna que otra pequeña flama que danza a pequeño soplido del aire en las noches, esas pequeñas flamas que sustituyeron a la luz de los focos o los faros de los carros.

La sed es muy intensa, la pesadilla me hizo sudar, necesito un poco de agua; por eso deseo esta noche más que nunca que la luna con su brillo apartara un poco a las sombras; ¡tengo miedo! El sueño donde enfrentaba a la muerte no fue muy grato, ver su rostro desgarrándose frente al mío y luego sentir que arrastraba mi cuerpo por las calles sin luz, gritando y riendo; ¡Que por fin podía entrar nuevamente al pueblo!, no sé si era el miedo de morir o el miedo de la deshonra a la memoria de mi padre quien dio su vida para que nadie del pueblo muriera, y es que en mi sueño la muerte festejaba porque yo le había dado permiso de volver a entrar, y con mi vida comenzaba a llenar su carreta, para llevarme al más allá.

¿Me pregunto si más personas han tenido sueños parecidos al mío?, no recuerdo haber tenido un sueño parecido en mucho tiempo, tal vez cuando era niño y mi papá aun vivía, cuando andábamos en coche, y cuando la luz se hacía como por arte de magia solo al subir la pastilla que estaba en la pared y se iluminaba todo como si fuera de día. ¡Ahora las luces de las velas hacen que todo sea tenue y lúgubre!

¡No lo niego tengo miedo! Siento un escalofríos recorrer mi columna cuando me dirijo entre la oscuridad buscando un fosforo para encender una vela, pero si sigo deseando el agua con todas mis fuerzas. De repente escucho un ruido que recorre la pared… ¡el susto se atenúa más sobre mis huesos!, he agitado mi respiración y siento que algo en el oscuro rincón del cuarto está parado, ¡como me gustaría tener una lámpara!, pero me apresuro a tomar los fósforos, ¡se quiebra uno!, tomo el otro con mis manos temblado y volteo a ver a la esquina y no sé porque siento una respiración ahí, ¡en ese preciso lugar!, y mis manos torpes hace que se desplomen todos los fósforos y caen al piso,- ¡debí dejar la vela encendida!-, me agacho tomo un de los cerillos y lo tallo contra el piso; se enciende inmediatamente; el destello me deja ver en la oscuridad un poco, me levanto tapando con mi mano la pequeña flama y busco con cuidado la vela. Ya no sabia si mi miedo era por lo desconocido, la oscuridad o porque se a pagara el fuego que estaba ardiendo al final de mis dedos. Con dificultad la vela comenzó a encender con pequeño destello y lentamente; mi desesperación porque iluminara más era grande, pero al momento que la flama se hizo más amplia no dude en ponerle el recubrimiento de cristal y dirigir su luz hacia el rincón.

Mi sorpresa fue tal. ¡Un pequeño ratón salió corriendo! Me comencé a reír porque un ser tan pequeño me hizo temblar y provocó que mi cuerpo se escurriera entre mis piernas, ¿o el miedo de mi sueño, mientras dormía provoco qué la comodidad se volviera una incomodidad líquida?, ahora mi desazón era más porque tenía que salir al patio por agua y lavar la ropa y tratar de limpiar la sobrecama y todo lo que mojé. Pero mejor decidí cambiarme y quitarle la ropa a la cama. Ya con pena camine por el corredor de la casa hacia la cocina; con mi pequeña vela en la mano para poder apagar la sed que corrompía mi garganta.

La mañana se asomaba y no pude pegar los ojos, vi como la vela se consumió frente a la ventana y a la par, la luz recién salida de las montañas se asomaba en el cielo celeste, mis ojos se cerraron al momento que sentí la seguridad de la luz del sol.

Me despertó la silueta de una mujer a la orilla de mi cama, al ver su mirada posada sobre mi, recordé con tanta dulzura las mañanas que mi mama me despertaba para ir a la escuela. Recuerdo bien que mi linda mamá nunca me despertó a gritos. Siempre me veía atentamente para intimidarme para que me levantara para ir a la escuela y si era mucha mi flojera me comenzaba hacer cosquillas hasta retorcerme de la risa en la cama.

Me voltee la cara para acomodarme y ver bien a mi mamá que después de tantos años no venía despertarme, su cara tenía un tono pálido, su mira serena me quería decir algo.

-¡buenos días!

-¡buenos días pequeño!

-¿ha pasado algo?

-no, solo, me desperté y vi que aun no te levantabas y te dejé dormir hasta muy tarde. Y como veo que el día transcurre y no te has levantado, he pensado que tal vez estabas enfermo, pero estabas durmiendo plácidamente, mi idea ha sido errónea. Me acordé de cuando eras pequeño y tenía que obligarte a levantar para ir a la escuela.

-dentro de mi pasaba que los pensamientos pueden estar en la misma sintonía con las personas que amas, porque lo mismo que mi madre pensaba era lo que yo discernía.

-lo único que me preocupa es ese olor que está en tu cuarto, ¿el aroma que siento es el que creo?- no podía creer en mi interior la pena que sentía, al querer decir la verdad pero no lo podía negar, -¡si!- respondí sin pensarlo más esquivando la mirada de mi madre, pero antes que ella dijera algo, comencé a narrarle el feo sueño que tuve esa noche.

Ella se levantó un poco preocupada y caminó alrededor de la cama, mientas la veía me iba incorporando para sentarme, cuando ella mismo me dijo. –Ando algo preocupada por tu abuela- ¿le ocurre algo malo? – sucede que la he visto demasiada meditabunda, alguna idea extraña ronda por su cabeza, y lo más raro es que ha comenzado a tirar cosas, a regalarlas, empaquetar otras, y lo más especial de todo, es que siempre anda con un pequeño susurro en los labios, es una canción como de una oración, una canción que no logro entender o escuchar bien.

-¿y porque te ha de preocupar eso?

–no sé, es como un presentimiento o una sensación fea que inunda mi pecho

– ¿no serán solo ideas tuyas?

- no lo creo, con tu sueño me hace que me preocupe más,

-¿por qué?

- sencillo, ¿si sabes que por medio del sueño nuestra mente puede divisar cosas que no podemos ver con nuestros ojos?, es una herramienta que tenemos y que los científicos en su momento no lograron comprender abiertamente, sus investigaciones en el pasado se quedo en solo darle nombre a las partes de nuestra materia gris; pero nunca lograron entender el poder de un pensamiento, o aún de los sueños.

–pues nunca he sido muy culto como tú o mi papá, que siempre se la pasaban investigando, ¡bueno eso cuenta mi abuelita, que por eso se conocieron; por estar locos los dos! –la mirada de mi madre se cristalizó y sus labios dibujaron una sonrisa que trasmitía serenidad, al parecer al hacerle recordar a mi papa, ella se sentía bien, pero yo sabía que ella aun lo extrañaba

- ¡si! No lo puedo negar, tu papá y yo tuvimos una conexión muy extraña, ¡no sé si fue por medio de los pensamientos! O nuestra forma de ser, pero siempre nos la pasábamos bien, siempre teníamos platicas interesantes, y cuando nos peleábamos citábamos frases de escritores, filósofos, o personas “famosas” para hacernos reflexionar uno al otro, ¡Cuánto lo extraño!... ¡bueno! Me he desviado de la charla, el asunto es; por ejemplo, tu padre tenía una manera peculiar de comunicarse con las personas por medio de los sueños, ¡es algo raro! Lo sé, pero tu padre no sé si usaba la intuición o solo era su imaginación, pero cuando soñaba con alguien y al despertar se acordaba del sueño, inmediatamente se trataba de comunicar con la persona que había soñado. Y siempre atinaba si esa persona estaba: triste, enferma o con problemas…

-¿entonces mi papá sólo soñaba cosas negativas?

-¡no!, tu papá, tenia lo peculiar de cuando él pedía saber por alguien se acostaba y soñaba con esas personas que estaban bien, siempre cuando pedía por alguien al momento de dormir los soñaba plenos y pasando el tiempo sabia que estaban en ese estado de bienestar como los había soñado.

–¿y todo lo que me cuentas qué relación tiene con lo que yo soñé?,

-te decía que la mente es un misterio por el cual nos conectamos todos, y tu sueño es simbólico, soñar con la muerte es algo cargado de un significante muy fuerte, un niño cuando sueña con la muerte, en sus sueños teme mucho y puede despertar del sueño gritando, un anciano, soñar con ello puede significarle la esperanza,

-¿la esperanza?, ¿cómo puede la muerte dar esperanza?, si la muerte lo que hace es que desencarnemos y dejemos tristes a todos los que amamos, ¿a caso no fue eso lo que paso con papá cuando lo fuimos a recoger a la frontera del pueblo?, al ver su cuerpo tirado sobre las piedras como un guante, recuerdo era aun muy joven, pero no olvido el dolor de su ida, -los ojos de mi madre no podían disimular el recuerdo que pasaba por su mente, del momento que ella vio el cuerpo de mi padre desangrándose, por las distintas heridas que tenía en el cuerpo, ella corrió al verlo y tomo su cabeza con sus manos y logró ver el último destello de sus ojos, yo recuerdo la escena y se me erizan los vellos de la piel al recordar esa imagen, ya que en ese momento sentía que la muerte estaba parada frente a nosotros y no la podíamos ver, sólo se sentía el frio que envolvía el ambiente, y todo parecía planeado por alguien muy oscuro, para que nosotros solo sintiéramos temor , mi mente al momento de recordar a mi padre imaginaba que la muerte disfrazada de invisibilidad amarraba el alma de mi padre y lo despojaba de su cuerpo con una soga amarrada al cuello, y lo comenzaba arrastrar por el campo, festejando su victoria de a ver matado al único hombre que logró que un pueblo no muriera por la falta de esperanza, ya que su sed de recoger muchas almas era tan grande que muchas ciudades sucumbieron a su poder y estuvo feliz mente trabajando para llevarse por centenares las almas de los hombres, mujeres y niños, que encontraba en su paso por las grandes urbes, su trabajo era tan sencillo, porque ella se volvió la esperanza de miles, y era como una celebridad, una celebridad aclamada por muchos; añorada, reconocida, envidiada, invitada y con club de fans, porque más de uno pedía verla, pero sé que ella cuando se enteró que no era requerida en el lugar menos imaginado de la tierra, se comenzó a preguntar ¿Por qué no la solicitaban en dicho pueblo?.

-¿Cómo puede ser esperanza?; sencillo, cuando la vida no tiene sentido, la muerte es la única esperanza que le queda a nuestra vida, un niño al soñarla le da miedo, porque un niño aun tienen el sueño de ser grande, de seguir jugando, tiene la alegría de que un día podrá a poyar y mejorar las cosas de su entorno, ¡tiene energía!, la diferencia de una persona mayor, cuando ya hizo su vida, su cuerpo se está marchitando, cuando, se siente que se está quedando sola, y cada vez que se enferma es una lucha constante con los malestares, cada vez se cansa más y cada vez la energía disminuye, siente que su cuerpo no tiene la misma capacidad que antes, y no quiere sentirse un estorbo para sus seres queridos, y cuando una persona tiene su energía disminuida, la única esperanza de la vida es la muerte.

-¿me estas queriendo dar entender, que mi abuelita esta despidiéndose?

–¡no lo sé!, porque ella no se ha quejado en estos último días, solo me preocupa que ese sea su pensamiento que tenga latente todos los días en su mente, y con lo que me has contado de tu sueño, ¡sea la confirmación de mi presentimiento!

-¿pero si mi abuela decide quitarse la vida?

-¡no!, ¡No lo digas! Que si lo hace, con ese acto, la muerte se tomará nuevamente el derecho de caminar por las calles, dándoles falsas promesas a las personas, y el trato de tu padre con ella, se habrá terminado, y ¡no sabemos qué ocurriría, si ella decide quitarse la vida!.

pepema

EL RETORNO DE PEPEMA


bUENO a dARLE qUE eS mOLE dE oLLA....


dE rEGRESO, dESPUÈS dE dOS aÑOS dE aUSENCIA...

sI mE rOMPEN eL cORAZÓN. ¿qUE rICO, nO?...


lO rICO dE lA vIDA eS sENTIR....


ATTE.

pEpEmA