lunes, 1 de diciembre de 2008

PEPEMA: LA BASE DE MI PSICOSIS


Cuando era pequeño nadie me dijo que yo era bonito, nunca supe que era sentirse alagado de pequeño, no tuve quien me diera un aplauso por hacer bien mi tarea, o que me diera un abrazo por terminarme toda la comida, lo único bonito que recuerdo de mi niñez es la oración del padre nuestro cuando estaba en la cama, porque así podría dormir bien sin pesadillas y sin miedo, porque sentía que alguien me cuidaba cuando apagaban la luz.

Con el paso de los años, nadie me recalcó que era una persona excepcional, o que tenía muchas cualidades como ser humano; nadie se preocupó por cuidar mi alimentación así que me volví fanático de las frituras y los refrescos -como todo niño melindroso- y gracias a eso desgracié mi figura, era obeso y sin gracia, a veces me decían que me veía bonito con mis grandes cachetes de forma de manzana, ya que muchos de mis primos siempre se reían de mi y me jalaban las mejillas como si fuera un globo, ya nada importaba si se reían de mi o si me dejaban con una nana; que solo se la pasaba viendo las novelas, y veía la forma de dormirme para no interrumpir el melodrama que la idiotizaba, ya que no le importaba si andaba sucio o con hambre, si comía bien o no.
Todo mi mundo comenzó de pequeño y creo que eso me afectó, porque cuando crecí y entre a la primaria, muchos niños se reían de mi por lo gordo que era, ellos lo hacían sin malicia me decía la maestra, pero en realidad eran más malos que una diarrea mandada hacer por comer tantos churros calientes y bebiendo agua fría, -siempre lo he dicho los niños son el reflejo de sus padres, y los padres son: malos, flojos, idiotas, ignorantes, hipócritas, alcohólicos, disfuncionales, egoístas, chismosos, envidiosos y todas las demás degeneraciones psicológicas humanas que le heredaron a sus pequeños demonios- y gracias a esos hijos de la mentada fui creando mi personalidad. A veces doy gracias al eterno porque no conviví mucho con mis padres – sino mi vida no se como fuera-, porque ellos sólo se dedicaban a trabajar y trataban de sacar adelante a la familia.
Recuerdo bien que era el hazme reír de mi grupo de primaria y de mi maestra, -maestra que todos los niños de mi grupo adoraban pero yo… ¡la odio aun!- recuerdo que por preguntar o por querer saber como se hacia, siempre me tomaba de un mechon de cabello y me zangoloteaba como si fuera perro, si su estrés era mucho terminaba dándome a coscorronasos porque según ella no entendía, ¡como no podía pegarle a sus consentidos por burros! se desquitaba conmigo por preguntón. Eso me orilló a limitarme a preguntar, haciéndome retraído y tratando de resolver el dilema de mi corta vida con esa maestra. Recuerdo que esas cinco horas de clases para mí eran eternas y aun en éste momento que narro mi sentencia siento que el tiempo en ese entonces era eterno, cada día era un martirio; pensar que tenía que ir a clases, ver a mis compañeros de grupo y escuchar alguna burla de parte de mi maestra. Un día por berrinche no hice la tarea, por desgracia ese día la maestra preguntó si quienes la habían hecho, sinceramente contesté que no lo hice porque nunca entendí esa tarea y porque era demasiada para una tarde. La maestra como queriéndose sentir la psicóloga se acordó de que ese día en la tarde el circo daría función, era un circo que iba a dar un espectáculo genial, con más de 20 osos bailarines que sería lo más estupendo del mundo; la maestra preguntó a todo el grupo quienes irían y todos alzaron la mano, al igual que yo, porque sabía que de una u otra forma mi papá obligaría a mi hermano mayor a llevarme al circo, ya que era su “consentido” y la maestra sabía que alzaría la mano e irónicamente dijo – ¿tu iras?, ¿niños, será que es correcto que alguien que no hace su tarea tenga derecho a ir al circo?- y todos los niños dijeron que ¡no!, y ella agregó – es más, a los niños que no se portan bien y no hacen su tarea ¡son llevados al circo para que lo coman los animales! ¿Qué animal quieren que lo coma a su compañero?- y en ese momento comenzó la venta de mercado, como si todos ofertaran un animal para comerme, - ¡que lo coma un oso!, ¡no! Mejor una pantera… ¡que sea mejor aplastado por un elefante!, ¡que se lo trague una culebra!- esos primeros minutos de la mañana fueron los más eternos de mi existencia, tenía ganas de salir corriendo del salón pero sabia que si hacia eso la maestra tomaría la regla de madera de metro que usaba para dibujar figuras geométricas en el pizarrón y me daría por la espalda, para aquietarme como si yo fuera un animal peligroso. Sólo recuerdo que me hice chiquito en mi mesa banco y me puse a llorar amargamente odiando todo a mi entorno, tenía muchas ganas de gritas, de golpear a mis compañeros o mejor aun morirme, sentía que no valía la pena estudiar y que no valía la pena estar rodeados por personas, ahí comencé a canalizar mi furia.
El tener como ogro a una maestra amargada me sirvió para volverme mas analítico, observador, menos preguntón y mas concentrado en las cosas, lo que me sirvió para que aprendiera a leer mas rápido y mejor que el resto de mi clase, así como aprenderme los colores y los números del 1 al 100 en tiempo más corto que los demás. He de admitir que habían otros compañeros de salón que eran “mas inteligente que yo” pero ellos tenían tutores por las tardes que les daban clases y los regularizaban, cosa que no podía tener.
Medaba cuenta que los niños güeritos que se veían hijos de papi eran los consentidos de la maestra, aquellos de cabellera rubia y que parecían pulidos con cera. Esos eran los que quería la maestra, y yo, yo no podía ser así como ellos, porque era pálido, de cabellera castaña oscura; como diría una amiga que conocí en Argentina era y soy morocho, y por ende me sentía feo.
-¿Qué tiene que ver eso con las cosas que se has hecho?
-¿Aun no entiende?
-Trato de… pero ¿sientes que tu vida se frustró desde la infancia? O ¿solo me estas dando un distractor?
-Mi buena amiga trata de analizar ¡además te estoy contando el inicio de mi obsesión por un rostro bonito!
continuará...