martes, 8 de agosto de 2023

Copöŋ

 

Por: MEC. José María Rincón Espinosa.

Informante: Antonia Pérez Hernández.

Ocozocoautla de Espinosa, Chiapas. Octubre de 2005.

 

"Los perros eran gente, por eso te entienden cuando hablas, les llamas y vienen, les regañas y se apartan, se ponen celosos como cual persona" (SIC).

Antonia Pérez Hernández, 2005.

En la tradición oral de Ocozocoautla de Espinosa, en nombre zoque Pikumä, lugar de sanadores o sabios. Según en los saberes de Antonia Pérez Hernández, ella explicaba que en el mundo hace muchos siglos los primeros hombres fueron grandes brujos.

Los pekachay (viejos brujos) sabían hablarle a la lluvia, a las nubes, al rayo. Podían platicar con las “ánimas” que venían del inframundo cuando les dejaban pasar al nuestro. Estos hombres y mujeres llegaron a ser poderosos, y no midieron su fuerza. Tenían tal conocimiento del mundo qué su ser se corrompió. En las noches hacían maldad y todo aquel que no se ponían a sus servicios era castigado por ellos.

De tanta maldad y del alma rota de estos brujos, Dios se dio cuenta. De ahí que mandó al alma de la tierra y se presentó como cual pordiosero a pedir ayuda, se mostró enfermo y hambriento. Aquellos hechiceros que sabían de plantas, de remedios, tenían alimentos que podían compartir. “No dieron ayuda al desamparado, en cambio le tiraron maldiciones para que fuera muerto ya”.

El alma del mundo se sintió decepcionada y fue al gran padre; contó cómo lo maldijeron. Remedio tenían para curarlo, alimento tenían para alimentarlo pero prefirieron echarle males para que se muriera.  Así que el que todo lo ve, vino a la tierra y se presentó como un hombre rico y ataviado en oro.

Como anciano se presentó enfermo y dijo: -quien logre curarme, ¡mis riquezas serán suyas!-. Así se corrió en el mundo aquella encomienda y brujo tras brujo veía al hombre enfermo y no podían curarlo. Muchos comenzaron acampar al rededor del lugar donde se encontraba aquel extranjero, que se quedó en nuestro pueblo porque “acá todos venían a sanar”.

Pasaban los días y todo brujo qué decía ser poderoso, hablaba con el agua, con el viento y no tenían inspiración para curar a ese desconocido. Dicen que se juntaron tres ancianos qué sabían hablar con las plantas, las piedras, el fuego. Descubrieron que solos, uno por uno no podrían sanar aquel enfermo. El mal que lo atormentaba al viajero sólo podría encontrar remedio si todos se juntaban a crear ungüento, bebedizo y rezo.

Los brujos no sabían que el padre habló con sus creaciones: plantas, aves, peces y grillos, todos se pusieron de acuerdo de mentirles a los brujos. Por deseos de tener más poder a través de las riquezas de ese hombre, los brujos y brujas se juntaron y entre todos crearon el canto, la oración, la poción que levantaría de la cama al enfermo.

Se juntaron e hicieron una gran fogata, pusieron un perol y recolectaron las plantas, las piedras, los venenos y toda sustancia que pidiera matar aquel mal que aquejaba al hombre. Consagraron todo, y cantaron al mismo tono, entre más grande se hacía el fuego y más hervía el perol, todos ponían su energía para tener un remedio para curar al enfermo.

De pronto vieron a cual hombre alto levantarse de su posadero, con voz fuerte les dijo: si no es por la ambición, por mis riquezas ni juntos estuvieran, ¿que van hacer cuando tengan todo?  ¿Matarse entre ustedes hasta que se quede uno solo?

Lo que tienen en el perol veneno es, ¡sabios muy buenos son! Lograron descubrir los secretos de las plantas y bien saben que mucho dinero tengo escondido como pago a quien me cure. Pero es más fácil matarme qué curarme, porque si sano podré arrepentirme de cumplir mi promesa, así como son ustedes creen que soy,  ¡equivocados están!, los veo tan unidos por lo oscuro de sus corazones, más no pretendían ayudar. Se juntaron para quedarse con lo mío y luego entre ustedes se traicionarán.

Así como lo están haciendo, le han ido echando males a sus hermanos y hermanas, poniéndoles hechicerías para que enfermen, robarles, que pierdan la cordura o para matarlos.  Ustedes vieron el secreto de los seres con los que pueden hablar, y vieron que escondían algo que no pueden descifrar, ¡buenos son con sus artes! Pero, yo también puedo ver más allá.  Para evitar que caigan en un mayor mal, los he de convertir a todos en animal, podrán ver al mundo pero el mundo no podrá entenderlos, porque desde ahora el habla y el don de la palabra les quito. Andarán en  cuatro patas como símbolo de sumisión ante los que no saben los secretos del mundo.

Desde entonces los pecachay se convirtieron en Copöŋ. Dicen los ancianos que de este evento nacieron los nahuales, pero esa es otra historia que la abuela Antonia contó para explicar el génesis del pueblo. Solo sé que, ¡sí! los mismos perros pueden ver y saber cosas pero ¡no te lo pueden decir!.

 

 

La palabra Copöŋ es la conjunción de dos vocablos zoques:

COPAC que significa “Cabeza” y que al volverse un apocope se reduce en CO.

Ŋ / PÖT es “Persona”/ “hombre” / “gente” y su estructura queda igual en la palabra.

CO + PÖŊ = COPÖŊ

La traducción literal al castellano sería: Cabeza de Hombre/Gente.

El querer entender la palabra de manera literal no tiene ningún sentido, ya que el signo lingüístico desde el zoque está enmarcado por una historia como lo explica en su mito Antonia Pérez Hernández. El significado sería “Animal” en nuestro entendimiento cultural, pero el significante en lo zoque es la construcción de dos palabras lingüísticas que sirven para dar nombre a una entidad como es un es cuadrúpedo o bípedo, con pelaje o plumas.

Al momento de querer traducir una palabra de una lengua originaria hay que entender su contexto, su estructura, su historia, porque su etimología es diferente a la herencia castellana que tenemos los mestizos, pero si lo interpretamos desde su estructura la palabra “Animal” es un préstamo del latín: “animalis” que refiere a un ser animado, de donde también los zoques prestaron la palara “Ánima” para darle nombre a las representaciones de los “fieles difuntos”, ya que “ánima” vienen de la derivación etimología de “Alma”. En la cosmovisión zoque todo tiene vida y muchas palabras tienen una historia.