viernes, 6 de julio de 2012

EL PUEBLO QUE NUNCA MUERE

"Ten miedo al Karma, porque tarde o temprano te pasa la factura"



 
Soledad quedó sorprendida con la revelación de la muerte, sus ojos voltearon a ver al ser que le decía aquellas palabras.
-veo tu consternación Soledad, ¿Por qué?
-no logro entender porque tu ungiste a Guillermo, ¿Por qué él? ¿Qué tiene en especial? –creó que tu hijo nunca te explicó el proceder de Guillermo, -¡sí! Recuerdo bien el día que entro por la puertea de la casa con un bebe en brazos, y me contó que lo había encontrado abandonado en el campo -¡si es verdad que lo encontró pero creo, que evitó contarte algo más que se volvió un secreto  -¿por qué tendría que evitar contarme algo más?, -para no hacerte daño; ven vamos te voy a llevar a recorrer el pasado. Mira allá abajo ¿vez el callejón que pasa atrás del cementerio que lleva a la carretera? -si- mientras Soledad veía abajo al punto donde la muerte señalaba, Soledad sentía que su mirada se agudizaba y bajaba hasta ese punto, veía a Su hijo caminando en ese callejón sin pavimentar; un camino de tierra que daba a lado de un gran terreno lleno de distintos árboles, dentro de aquel terreno una mujer corría con un niño en brazos a unos metros de distancia. –Soledad podía ver el pasado-
Soledad contemplaba la escena y como su hijo  Héctor un hombre joven iba caminando tan plácidamente después de haber ido a dejar ese día a su tía que vivía fuera del pueblo. Mientras que en el campo la mujer con bebé en brazos corría por su vida y por la de su hijo, sucedía que aquella mujer de unos 30 años de edad, era conocida por bruja, mucha gente del pueblo le atribuía poderes sobrenaturales y pacto con el diablo, pero nadie nunca se enteró que hubiera tenido un bebé. Soledad de pronto se encontró caminando rumbo a un árbol donde la mujer fatigada lloraba desesperadamente; a lo lejos un hombre moreno, robusto, de barba, con semblante enfurecido, la buscaba entre los matorrales de aquel pequeño llano. La mujer posó al bebé entre las raíces de un gran sabino, que junto a el pasaba un riachuelo que le proporcionaba agua para que luciera frondoso y las hojas de sus ramas callera hasta tocar el piso como si este fuera una gran cortina verde.
Soledad se asomo de lado del árbol y vio a la mujer llorar, vio a su bebé y le dio un beso en la frente, las lágrimas eran de tristeza y desesperación, aquel hombre que la buscaba no traía buenas intenciones. Entonces aquella mujer tomó de su vestido un cuchillo y se cortó la palma de la mano dibujando un símbolo, el símbolo de la oz.
Soledad observa atónita la escena, ella quería hacer algo para ayudar al bebé.
 -¡calma! Es el pasado, no puedes ya nada hacer solo es como una historia contada, no tienes porque desesperar – le decía la Muerte a Soledad, mientras ella misma se hacía presente de tras de soledad con su manto oscuro.
-¡Te clamo a ti!, ¡si a ti!, señora, señora que calmas las dolencias de los enfermos, quién acude a ti en momentos de desesperación, tú que eres la señora que no tiene tiempo, la que aterra al valiente, la que conquista a la doncella deprimida, tu quien hace que los sacerdotes se arrodillen,  y que los ricos imploren tu favor en los momentos que sus enemigos planean su derrota, a ti señora que te vuelves la amante de la viudas,  amiga de los niños huérfanos, cómplice de Dios y negociadora del diablo, tú que no tienes dueño, obligo tu presencia a esta necesidad, con la sangre de mis manos aclamo a ti, porque la sangre de la vida escurre por una parte de mi, se escurre mi vida y te evoco para que estés aquí.
La muerte paso a lado de Soledad, y caminó hacia la mujer. Ella no la veía,  pero el aire frio y tétrico comenzó a soplar en el campo, mientras que una nube comenzó a tapar el sol opacando la luz, la mujer sintió las pisadas que venían del costado del árbol, y el pasto verde se separaba de un lado a otro como si alguien invisible caminara alrededor del árbol, la mujer se arrodilló y cerró los ojos para no ver lo que sucedía pero recordó que hacia aquello para darle protección a su hijo, vio al bebé sonreírle, aquella sonrisa tierna la ennoblecía el alma y le llenaba de tanto carillo sincero,  tomó valor – señora se que estas acá he sentido tu presencia, se que estas presentándote - ¿Qué es lo que quieres? –¡señora tu protección! -¿Cómo puedo yo protegerte si no tengo cuerpo ni forma en este mundo? – ¡te pido tu poder para evitar la muerte de mi hijo y mía! -¿Porqué? -¡sabes bien que hay un hombre que viene con malas intenciones y me ha corrido hasta acá y yo deseo salvar la vida y la de mi hijo -¿pero tú crees que te mate? –¡dime tu señora que puedes ver el futuro, que es lo que acontecerá! –no estoy dotada para ver el futuro, prohibido tengo decir a los mortales cual va ser su suerte, porque tal talento solo Dios lo tiene, yo solo puedo usar lo mismo que ustedes los mortales tienen en su poder. -¿Qué es eso señora? –¡análisis! –¡no entiendo! –Dijo la mujer desesperada –¡explícame, que necesito salvar la vida! –tantos años de investigación de la ciencia, tanto estudio, para que la humanidad no comprenda que analizar es una cosa tan sencilla para comprender los posibles futuros de la humanidad -¡deja de jugar conmigo huesuda, que yo no tengo la eternidad como tú! -¡hace muchos siglos un hombre dijo “a toda acción hay una reacción”, ¿lo recuerdas? -¿Newton? -¡como dijo Arquímedes!, ¿crees que yo debo de intervenir por ti en este momento?, ¿no sabes cuánto daño podría ocasionar que yo intervenga en las leyes naturales de la física? -¿física?, ¿Qué tiene que ver esto con la física?,-bueno mi joven bruja, deberías recordar tantas enseñanzas que da la filosofía, los budistas lo llaman “karma”  -mientras la muerte explicaba a la mujer ella caminaba de un punto a otro bajo el árbol mientras el bebe lloraba, la mujer sentía que la voz estaba por todos lados, la cabeza le daba vueltas -¿tu quieres que te salve de tu karma? -¡si señora! –no puedo hacer eso, te repito, no puedo intervenir, además sabes que aquel que tiene conocimiento de la ley, tiende a recibir un castigo más severo. Además no te has dado cuenta pero el hombre que te anda buscando no anda solo, -¿con quién más viene? – La muerte soltó una carcajada que paralizó el corazón de la bruja -¡el diablo! –¿Por qué? - ¡sabes que si te metes con él, el no respetara pacto y siempre querrá más de lo que le puedas ofrecer y la vida de la esposa de este hombre que te viene a buscar no era la pactada! -¡señora te lo imploro ayúdame! -¡no puedo! –la sombra se posó sobre la mujer arrodillada frente al gran árbol y la mujer vio esa sombra sobre sí misma -¡entonces hazlo por el bebé! -¿por él?- si sabes que el mal no me quiere tanto a mi sino a él porque es inocente, ¿qué quieres que haga? -¡veo que es muy grande tu amor hacia él! No te ofrezco salvarte a ti, pero el pequeño no sabe de la ley y no debería pagar por algo que tú tienes la culpa -¡dime! ¿lo salvaras? -¿me lo ofreces? -¡sí! ¿Pero dime qué hago? –la mujer escuchaba los ruidos cada vez más cerca y solo pensar que la maldad venia con aquel hombre aterraba su corazón. Era un momento como si un ruido se fuera haciendo más fuerte y rápido, su corazón se agitaba  teniendo la idea de tomar el bebé en brazos y seguir corriendo -¿me lo ofreces? -Preguntó nuevamente la muerte- ¡sí, pero sálvalo! – Entonces la muerte tomó la mano que sangraba de la mujer y la colocó en la frente del bebé  -¡Desde hoy serás como mi lazarillo, niño de alma clara serás mi lazarillo y desde ahora estas destinado a escuchar mi voz! – Soledad veía la escena, estaba pasmada de la impresión, veía a dos hombres caminar, el hombre moreno que estaba a menos de 100 metros de aquel gran árbol y a alguien que en su semblante no dibujaba rostro alguno de bondad, al ver su rostro Soledad se escondió de tras del árbol para no saber más; el miedo la estaba invadiendo, porque no comprendía cómo podía ver el pasado.
-¿dime, lo protegerás? –volteo la mujer y ella vio el rostro de la muerte, ella sentía tanta paz al ver a una mujer de blanca cabellera, delgada de poca estatura, Soledad no podía entender que es lo que veía. Era ella misma agarrando la mano manchada de sangre de la mujer.
La muerte era el reflejo de Soledad, su imagen representaba la persona que cuidaría del Bebé, la mujer sintió paz -¡Gracias!, fue lo último que le dijo a la muerte. Se puso de pie  y oró a Dios, -señor te ofrezco este sacrificio por la paz de este hombre y por el de mi hijo – la mujer hizo una oración dio un paso y la muerte se evaporo, dejando una estela de humo en el aire, caminó decidida a su encuentro con aquel hombre; la mujer se detuvo y el hombre enfurecido corrió hacia donde estaba ella, la mujer solo tenía la miraba tranquila, y corrió a encontrarlo cara a cara, como decidida a defender a su hijo, mientras el monte se abría paso ante la carrera de aquellas dos personas, a pocos paso de que el hombre extendiera sus manos para tomarla del cuello y la mujer sacara el cuchillo con el cual se cortó la mano, de la tierra Salió un trueno que subió al cielo y cimbró el lugar, y Soledad vio como aquel trueno arrojó a los dos que iban decididos a matarse a lados opuestos del campo