jueves, 4 de diciembre de 2008

TERCERA PARTE

Una vez la que era mi mejor amiga, me dijo que no me invitaba a su fiesta de cumpleaños porque me iba a comer todo su pastel y que iba a dejar sin nada a sus invitados, además que no invitaba a gordos feos y sin gracia como yo a reuniones importantes como su fiesta.
Cuando los demás se enteraron de eso, la moda era decirme gordo feo, y todo mundo adoptó la moda de insultar al gordo, y cuando los demás hacían sus fiesta, se acercaban a mi y me decía propiamente – ¡no te invito porque ya se que te gusta acabarte todo!, cuando bajes de peso te invito, y claro, cuando no comas tanto… Uno de los güeritos de mi salón, dientón y rubio siempre me componía canciones insultantes y yo nunca respondía, me quedaba callado, porque no me sentía tan inteligente para hacer composiciones tan buenas como las que él hacía. El maestro de la clase se daba cuenta, y cuando él podía me ayudaba para que no me dejara insultar por el dientón de la clase. Mis desventaja era que estaba sentado a su lado, hasta que el propio profesor me separó de él porque sus grosería iban a tal extremo que yo sólo me comportaba como sumiso, no respondía a la agresión, y creo que eso le daba confianza al resto de mis compañeros para insultarme cuando ellos anduvieran enojados.
Un día me enteré que al dientón le llevaban mucha comida, y lo que él pidiera, ya que y ¿cómo le hacia?, sencillo, mi “amiguita” el maricón y el barril sin fondo del hijo del director eran quienes le daban comida gratis al güerito grosero con el que me sentaba, para que durante toda la clase me la pasara molestando, me compusiera groserías para que todo en el salón se rieran de mi, los tres estaban empeñados en hacerme la vida imposible, y el pobrecito del dientón se tenía que aguantar los castigos o los retos que le ponía el maestro, y el maestro se disgustaba porque yo no me defendía, pero la verdad tenía miedo porque si me lo surtía a golpes a él, era seguro que terminaría en la Dirección y por eso mejor siempre calmaba mi ira porque le tenía fobia a los maestros, y eso me lo inculcó la zorra de maestra que tuve en primer grado, hasta la universidad me llevé esa fobia hacia los catedráticos que me impartieron clases, pero como todo fobia lo logré curar.
Al pobre dientón lo hice mi amigo cuando me enteré que los tres “consentidos del profesor” eran quienes me hacían la vida imposible, y cuando me enteré me di cuenta que estaba a la intemperie y jugando ante sus decisiones. Una vez decidí inventar un chisme, de que el maricón y el barril sin fondo querían con la amiguita, no me salió el plan y el mantecoso se enteró y me chantajeó que si no me disculpaba me reportaría con sus papá el director y que me iba ir muy mal. Por miedo accedí y pedí disculpas a los tres, luego la niña se sintió muy ofendida y llegó la mamá a reclamar y a mi me sumaron castigos, llamaron a mis papá y ellos me regañaron como nunca, comencé a recolectar resentimientos, mis papás nunca me daban muchos cariños y si muchos regaños, estaba arto de eso y cuando veía a esa niña me daban ganas de untarle miel en la cabeza y dejarla parada en medio de la cancha de basquetbol y tirar un panal de abejas para que la picaran toda y muriera, ya que sabía que era alérgica al veneno de esos animalitos tan simpáticos, ¡creo que nunca había querido tanto a un insecto más que esa vez en mi imaginación!.
-pero si dices que había otro chavito gordo, ¿Por qué no se la llevaban contra él?
-pues creo que éramos de la misma complexión, y si los demás no le decían nada era porque le tenían miedo; ¡era el hijo del director! Y si se sentía mal, sólo bastaba irse a quejar con su papá y reportaban al niño que lo ofendía, ¡así de sencillo!
-entiendo, ¡entonces tu cumulo de emociones comenzaron en tus primeros años en la primaria!
-si además ellos veían la forma de hacerme sentir mal todos los días, recuerdo que una vez antes de salir a educación física varios compañeros de mi salón se juntaron para charlar alrededor de mi banca y uno de ellos me hizo una pregunta.
-¿qué pregunta?
-¿Qué se siente estar gordo? Jajajaja
-¿pero por qué?
-sencillo, ¡era el tema de moda hablar de mi obesidad, cosa que no le iban a preguntar al hijo del director!
-¿pero toda tu infancia dentro de la primaria fue así?
-¡no! Solo el primer año y el último que se acentuaron todos esos problemas grupales y que giraban alrededor de mi obesidad y mi sumisión.
-¿me podrías contar algo bueno de todo lo malo?
-pues, ¿algo bueno?, no sé, no se me viene nada a la mente ahorita, ¿qué sería para ti algo bueno?
-¡por ejemplo, ese detalle del hijo de tu maestra que defendió tu lugar de aquella mesa que sacaste del salón para sentarte a ver la quermes!
-¡ah! Mi detalles de distracción, jajaja, ok, pues ya que me lo recuerdas, si existieron personas buenas en mi vida, aparte de ese chavo que se portó como mi héroe en ese momento, pues confieso que fui un defensor de los menos preciados, jaja y sin querer siempre acobijaba a los flojos, a los mas pobres que yo, a los tontos, eran con los que mejor me llevé, pero confieso que los usaba para manipularlos, a los flojos los hacia trabajar cuando hacían trabajos en equipos conmigo y a la par terminaban mis tareas, jajaja, y habían unos rezagados, chicos de 11 a 15 años, que solo querían alguien que los solapara para las tareas, así que ellos eran parte de mi grupo cuando todos los demás los rechazaban, lo que a mi me serbia también para no sentirme solo dentro del salón, pero sabia que eran una necesidad tanto para ellos como para mi, esa necesidad de los excluidos de una sociedad, de sentirnos identificados ante una razón moral.

SEGUNDA PARTE

Recuerdo que algunos de mis compañeros de clases vivían a una cuadra de mi casa y como dije antes, hijos de papis, siempre salían por las tardes a correr y a jugar con sus avalanchas, y yo solo podía salir si alguno de mis hermanos estaba en casa o alguien quien me cuidara, -¿no se por qué? pero siempre existió una sobreprotección hacia lo que hacia.
Tengo dos hermanos mas, los dos mayores a mi, entre mi hermano mayo y yo hay una diferencia de 18 años de edad y entre mi último hermano es de dos años, por ende siempre podía salir a jugar con mi hermano, ya que el mayor ya estudiaba la universidad cuando yo estaba en los comienzos de mis estudios primarios.
Recuerdo que a veces de contrabando mi hermano y yo salíamos de escondida de la casa y nos juntábamos con esos hijos de papis que eran buena onda a la hora del juego, nos prestaban sus juguetes, pero mi hermano mayor una tarde nos cachó y fue con el chisme a nuestros papas, el niño con el que jugábamos era un eterno enemigo de nuestro padre, y eso era malo, ya que hacia que las personas hablaran mal de nosotros, y mi mamá nos prohibió salir otra vez de la casa. Creo que en ese entonces comencé a conocer la depresión, porque todas las tardes era estar encerrado.
Una tarde recuerdo que Salí a comprar unas cosas a la tienda que estaba a dos cuadras de la casa, y en una de esas calles venían estos chicos montados en sus bicicletas y cuando los vi, me sentí apenado, porque ellos iban en sus bicis nuevas y yo caminando con el mandado, como niño regañado por no querer ir hacer la comprar. Salí corriendo y me ellos me vieron y fueron tras de mi, yo sentía que hacia el ridículo pero lo que menos quería era topármelos para que ellos me presumieran sus bicicletas nuevas.
Era molesto toparlos al otro día en clases y preguntándome si porque había salido corriendo; -¡si supieran!- decía dentro de mí, porque no podía aborrecer tanto a estos diablos, quienes aparte de tener todo el “cariño” de sus padres, tenían cosas nuevas cada vez que ellos se les antojaba y para terminarla de fregar eran los consentidos de los maestros.
¡Creo que la depresión me hizo crear un mecanismo de defensa que me engordó!, porque cuando estaba ya en cuarto año, era una pelota con mas de 10 kilos de sobrepeso, o eso creo yo, pero de las cosas que comenzaron a marcar mi vida, aparte de tenerle fobia a los maestros fue la vez que conocí al hijo de mi profesora de cuarto año, ya que en ese entonces mis amigos eran contados y siempre tenía en la cabeza que eran unos interesados, o eso siempre me dijeron mis papás, pero este chico al verlo me dio confianza, pero me daba miedo verlo. Él era quien se portó de la forma más cordial conmigo, ya que carecía de carácter y en una quermes de la escuela, -¡la única a la que fui!- había sacado una mesa para sentarme en ella ya que todas las sillas y mesa bancos estaban ocupados, por un descuido cuando baje de la mesa, cuatro chamacos estaban ya trepados en la mesa y yo no supe que hacer, no supe pelear por lo que era mío o bueno por algo que yo había sacado para mi, en ese momento este chico se dio cuenta y se acercó y les dijo a los chavos que se salieran que el lugar estaba ocupado y que respetaran ya que yo había sacado la mesa, en ese momento me sentí protegido, me sentí como importante ya que alguien me estaba enseñando en ese momento una lección y eso me agradó mucho, y aparte porque eso no lo hubiera hecho mi hermano, así que lo invité a sentarse en la mesa y así pasó el evento de la quermes y nunca crucé palabras con ese chavo por miedo.
A partir de ese día comencé a sentir una admiración por las personas un poco mayores a mi, porque me di cuenta que la edad daba “experiencia” y seguridad, entonces, mi mente analítica comenzó a ejecutar las ecuaciones matemáticas más importantes que formarían mi pensamiento aniquilador. Conjugaba que la edad daba experiencia, una cara bonita daba presencia y tener dinero; poder. Mi mente trabajaba cada vez más, analizando la vida de las personas y de todo en mi entorno, a mi corta edad de nueve años o tal vez diez, estaba analizando el mundo que me rodeaba y veía a los adultos, creo que en ese entonces conjugué las problemáticas de la sociedad y la frustración de los adultos, pero no analizaba mi vida, sino que comencé a entender el significado de una sensación enfermiza que me tiraba al suelo y me daba mis primeras ideas de suicidio, pero aun no se acentuaban como tal, pero si un tipo de ¡rencor contra la vida!, con el paso de los años en la primaria subía más de peso y conocía a nuevos personajes.
Recuerdo que tenía una amiguita muy en especial que para mi; -¡es la peor de las rameras!- hoy en día cada vez que me la topaba en alguna calle me dan ganas de insultarla y darle una sus arrastrada en caballo, persona tan mas ruin, baja, sucia, menos mal que su cuerpo nunca lo van a encontrar y no confesaré donde está, me llevaré a la tumba ese secreto.
-¿Por qué?
- es la persona que marcó mi vida y la que terminó de organizar mi personalidad, y si quieren buscar algún culpable, busque al psicólogo que me atendió después de mi última depresión. A él le hecho la culpa de mi desgracia, porque abrió la jaula de mi fiera y ésta se fue a comer carne humana, y a destrozar cuerpos.
-¿entonces si mataste a muchas personas como se te incriminan?
-Jajaj, ¡me incriminan de dos, pero hay mas!-
-¡eres de temer!-
-¡puede ser!, como le dije a una amiga una vez: puedo ser tan malo como un Ángel o tan bueno como un diablo.
-¿conmigo como estas actuando?-
-¡como un diablo! Jajaja. Quieres que siga contando, o mejor guardo silencio.
-¡no!, ¿Qué mas has hecho de tu vida?, quiero saber, sino nunca sabré
-¿Aunque te involucres en esto?
-¡me hago responsable!
Bueno te comentaba de mi amiguita, que tanto quería y admiraba, para mi era una niña inteligente, portada, admirada por todo el grupo de clases, para mi era una persona de confianza y con quien jugaba, pero creo que su madre enveneno su mente contra mi, no se porque pero nuevamente en ese entonces salía a relucir la política entre mis padres y los padres de ella, mas bien era con mi papá, su carácter tan pedante hacia que nos ganáramos enemigos por todas partes.
En fin, cuando menos lo pensé un día el director de la primaria en la que estudiaba decidió inscribir a su galoncito de manteca a mi grupo, y ese sería la otra pieza del rompecabezas de mi vida, para darle forma a la masa de malicia que despertó en mi. Cuando este turbado de persona entró a mi grupo las cosas comenzaron a cambiar y este se volvió el mejor amigo de mi amiga, y al poco tiempo entró el primo de éste; un maricón mal parido, delgado, alto, de cabellera negra y de voz chillante, daba lastima el desdichado, llevaba repitiendo 2 años el quinto grado de primaria -¡pobre creo que su desnutrición asolaba su inteligencia!- la cuestión es de que estos tres fueron la amalgama perfecta para terminar de bajar mi autoestima, aumentar mi peso corporal, deprimirme y odiar al mundo.
Creía que eran buenas personas esos tres, pero en verdad su malicia iba ha hacerme daño, hablar mal de mi con mis otros compañeros, meterles cizaña, sacarme de los equipos o no aceptarme en ellos. Cuando hacían fiestas de cumpleaños en mi salón nunca era invitado, y cuando iba, era ignorado; recuerdo que si les regalaban algo nuevo, siempre me lo iba a presumir, odiaba eso, y siempre me preguntaba -¿o me tienen mucha confianza o lo hacen por fregarme la vida?- y así pasó mis últimos dos años de mi vida en la primaria.

lunes, 1 de diciembre de 2008

PEPEMA: LA BASE DE MI PSICOSIS


Cuando era pequeño nadie me dijo que yo era bonito, nunca supe que era sentirse alagado de pequeño, no tuve quien me diera un aplauso por hacer bien mi tarea, o que me diera un abrazo por terminarme toda la comida, lo único bonito que recuerdo de mi niñez es la oración del padre nuestro cuando estaba en la cama, porque así podría dormir bien sin pesadillas y sin miedo, porque sentía que alguien me cuidaba cuando apagaban la luz.

Con el paso de los años, nadie me recalcó que era una persona excepcional, o que tenía muchas cualidades como ser humano; nadie se preocupó por cuidar mi alimentación así que me volví fanático de las frituras y los refrescos -como todo niño melindroso- y gracias a eso desgracié mi figura, era obeso y sin gracia, a veces me decían que me veía bonito con mis grandes cachetes de forma de manzana, ya que muchos de mis primos siempre se reían de mi y me jalaban las mejillas como si fuera un globo, ya nada importaba si se reían de mi o si me dejaban con una nana; que solo se la pasaba viendo las novelas, y veía la forma de dormirme para no interrumpir el melodrama que la idiotizaba, ya que no le importaba si andaba sucio o con hambre, si comía bien o no.
Todo mi mundo comenzó de pequeño y creo que eso me afectó, porque cuando crecí y entre a la primaria, muchos niños se reían de mi por lo gordo que era, ellos lo hacían sin malicia me decía la maestra, pero en realidad eran más malos que una diarrea mandada hacer por comer tantos churros calientes y bebiendo agua fría, -siempre lo he dicho los niños son el reflejo de sus padres, y los padres son: malos, flojos, idiotas, ignorantes, hipócritas, alcohólicos, disfuncionales, egoístas, chismosos, envidiosos y todas las demás degeneraciones psicológicas humanas que le heredaron a sus pequeños demonios- y gracias a esos hijos de la mentada fui creando mi personalidad. A veces doy gracias al eterno porque no conviví mucho con mis padres – sino mi vida no se como fuera-, porque ellos sólo se dedicaban a trabajar y trataban de sacar adelante a la familia.
Recuerdo bien que era el hazme reír de mi grupo de primaria y de mi maestra, -maestra que todos los niños de mi grupo adoraban pero yo… ¡la odio aun!- recuerdo que por preguntar o por querer saber como se hacia, siempre me tomaba de un mechon de cabello y me zangoloteaba como si fuera perro, si su estrés era mucho terminaba dándome a coscorronasos porque según ella no entendía, ¡como no podía pegarle a sus consentidos por burros! se desquitaba conmigo por preguntón. Eso me orilló a limitarme a preguntar, haciéndome retraído y tratando de resolver el dilema de mi corta vida con esa maestra. Recuerdo que esas cinco horas de clases para mí eran eternas y aun en éste momento que narro mi sentencia siento que el tiempo en ese entonces era eterno, cada día era un martirio; pensar que tenía que ir a clases, ver a mis compañeros de grupo y escuchar alguna burla de parte de mi maestra. Un día por berrinche no hice la tarea, por desgracia ese día la maestra preguntó si quienes la habían hecho, sinceramente contesté que no lo hice porque nunca entendí esa tarea y porque era demasiada para una tarde. La maestra como queriéndose sentir la psicóloga se acordó de que ese día en la tarde el circo daría función, era un circo que iba a dar un espectáculo genial, con más de 20 osos bailarines que sería lo más estupendo del mundo; la maestra preguntó a todo el grupo quienes irían y todos alzaron la mano, al igual que yo, porque sabía que de una u otra forma mi papá obligaría a mi hermano mayor a llevarme al circo, ya que era su “consentido” y la maestra sabía que alzaría la mano e irónicamente dijo – ¿tu iras?, ¿niños, será que es correcto que alguien que no hace su tarea tenga derecho a ir al circo?- y todos los niños dijeron que ¡no!, y ella agregó – es más, a los niños que no se portan bien y no hacen su tarea ¡son llevados al circo para que lo coman los animales! ¿Qué animal quieren que lo coma a su compañero?- y en ese momento comenzó la venta de mercado, como si todos ofertaran un animal para comerme, - ¡que lo coma un oso!, ¡no! Mejor una pantera… ¡que sea mejor aplastado por un elefante!, ¡que se lo trague una culebra!- esos primeros minutos de la mañana fueron los más eternos de mi existencia, tenía ganas de salir corriendo del salón pero sabia que si hacia eso la maestra tomaría la regla de madera de metro que usaba para dibujar figuras geométricas en el pizarrón y me daría por la espalda, para aquietarme como si yo fuera un animal peligroso. Sólo recuerdo que me hice chiquito en mi mesa banco y me puse a llorar amargamente odiando todo a mi entorno, tenía muchas ganas de gritas, de golpear a mis compañeros o mejor aun morirme, sentía que no valía la pena estudiar y que no valía la pena estar rodeados por personas, ahí comencé a canalizar mi furia.
El tener como ogro a una maestra amargada me sirvió para volverme mas analítico, observador, menos preguntón y mas concentrado en las cosas, lo que me sirvió para que aprendiera a leer mas rápido y mejor que el resto de mi clase, así como aprenderme los colores y los números del 1 al 100 en tiempo más corto que los demás. He de admitir que habían otros compañeros de salón que eran “mas inteligente que yo” pero ellos tenían tutores por las tardes que les daban clases y los regularizaban, cosa que no podía tener.
Medaba cuenta que los niños güeritos que se veían hijos de papi eran los consentidos de la maestra, aquellos de cabellera rubia y que parecían pulidos con cera. Esos eran los que quería la maestra, y yo, yo no podía ser así como ellos, porque era pálido, de cabellera castaña oscura; como diría una amiga que conocí en Argentina era y soy morocho, y por ende me sentía feo.
-¿Qué tiene que ver eso con las cosas que se has hecho?
-¿Aun no entiende?
-Trato de… pero ¿sientes que tu vida se frustró desde la infancia? O ¿solo me estas dando un distractor?
-Mi buena amiga trata de analizar ¡además te estoy contando el inicio de mi obsesión por un rostro bonito!
continuará...